Dónde guardan las medallas olímpicas: de Daniel Pintado a Osmar Olvera o Mateo Majdalani, las estrellas de París 2024 revelan los secretos

Por Nicolas Kohlhuber
7 min|
Pintado, Apithy-Brunet, Trew
Foto por Getty Images

Cajas, bolsos, calcetines, barras de cortinas... descubre algunos de los lugares más particulares donde los medallistas en los Juegos Olímpicos de París 2024 esconden sus preseas.

Varios cientos de gramos, 85 mm de diámetro, 9,2 mm de grosor y engastadas con una pieza de metal de la Torre Eiffel: estas son las características que definen el premio más codiciado del año: las medallas de los Juegos Olímpicos de París 2024.

Estas preseas celebraron los logros de los mejores atletas del mundo e inspiraron a millones de espectadores durante 16 inolvidables días de competición.

Pero, ¿qué ocurre después de la Ceremonia de Clausura, cuando los atletas olímpicos abandonan la Villa y regresan a casa? ¿Dónde guardan sus medallas? ¿Qué representan para ellos esos premios? ¿Las muestran con orgullo al mayor número posible de personas, o las guardan cuidadosamente fuera de la vista?

Algunos de los atletas que subieron al podio en París 2024 compartieron con Olympics.com los secretos de sus medallas, preciados tesoros que, la mayoría de las veces, no están ocultos.

Una cosa es segura: hay tantas opciones como campeones.

Una barra de cortina, un peluche o un calcetín para los que guardan la medalla en casa

Ser medallista olímpico es un título que dura para siempre, ¡aunque la medalla no esté toda la vida colgando del cuello!

Después de unos momentos únicos en el podio, y de escuchar el himno nacional para los más afortunados, es hora de encontrar un nuevo hogar para ese preciado galardón. Algunos atletas prefieren guardar sus medallas en casa y rara vez las sacan.

Saul Craviotto es uno de ellos. El atleta olímpico español más condecorado guarda su medalla de bronce de París 2024 junto a las de Tokio 2020, Río 2016, Londres 2012 y Beijing 2008 en una vitrina en el salón de su casa. Sin embargo, la colección no permanecerá allí mucho tiempo, ya que el piragüista se mudará de hogar y tendrá que buscar un nuevo lugar para sus trofeos.

“Mi medalla de oro se queda en mi habitación, en mis cajones”, explica Arisa Trew, medalla de oro en skateboarding park femenino.

Horigome Yuto, otro medallista de oro de skateboarding coronado en la Place de la Concorde, tiene una solución de almacenamiento más lúdica. Su medalla de oro de la prueba de street masculina, al igual que su medalla de Tokio 2020, adorna ahora el cuello de un Snorlax de peluche, un Pokémon del que presumió con orgullo en las redes sociales. Puede que sea el Pokémon más condecorado de todos los tiempos.

El francés Sylvain André eligió un lugar poco convencional para colgar su medalla de plata en la prueba masculina de BMX racing: la barra de la cortina de su salón. Aunque admite que esta medalla es “diferente” a las demás, comparte el mismo lugar que las que ganó en los Campeonatos del Mundo.

Las medallas olímpicas también han llegado a otros hogares franceses este verano, como las de Alexis y Félix Lebrun en tenis de mesa. Entre los dos suman ya tres medallas.

“Mi medalla está en casa, en el salón”, dice Alexis, bronce en la prueba masculina por equipos.

“Una está en mi habitación y la otra en casa de mi abuela, que vive en el piso de abajo”, añade Féfé, bronce junto a su hermano en la prueba por equipos y en la individual masculina.

Mientras que los hermanos Lebrun no pasan mucho tiempo mirando sus medallas, para Osmar Olvera es otra historia.

“Ahora mismo, mis dos medallas están en mi habitación del CNAR, pero normalmente las guardo en casa. Últimamente las miro mucho porque las llevo a entrevistas y eventos. Pero incluso cuando no hay motivo, las saco, las sostengo y siento su peso”, dice el clavadista mexicano, que ganó dos medallas en París.

Por su lado, el medallista de plata en vela, el argentino Mateo Majdalani, aseguró que colgará su medalla en el salón de su casa, pero aún no definió el lugar exacto.

“Seguramente la tenga en el living. Nunca colgué ninguna copa, medalla, ni nada. Pero creo que esta medalla la colgaré. Le voy a buscar un lugar de la casa para que pueda verla todos los días”.

El bolso, almacenamiento y transporte de una medalla olímpica

Una medalla olímpica atrae mucha atención, por eso algunos medallistas no las guardan en un lugar fijo.

La medalla de plata del pentatlón moderno de Élodie Clouvel tiene un lugar designado en su casa, dentro de su “adorable” caja, junto a su medalla de Río 2016 en una estantería llena de objetos preciados. Pero eso es en la teoría. En la práctica, la medalla de la atleta francesa pasa la mayor parte del tiempo en su bolso.

“Por ahora, mi medalla está siempre en el bolso porque, incluso cuatro meses después de los Juegos Olímpicos, la gente me sigue pidiendo que la lleve a todas partes”.

Lisa Barbelin, medalla de bronce en la prueba individual femenina de tiro con arco, se encuentra en una situación similar. Su medalla se desplaza con frecuencia, tal vez incluso con demasiada frecuencia.

“Siempre está en mi bolso porque a menudo salgo para eventos, y siempre está conmigo. La saco muy a menudo. Me gustaría dejarla más tiempo en casa, pero por ahora no es posible”.

Barbelin también tiene cerca su presea por otra razón: para recordarse a sí misma que su increíble verano no fue sólo un sueño.

“La miro todo el tiempo. No puedo pasar una semana entera sin comprobar que es real, que la medalla es realmente mía”.

Mientras Barbelin confía en su bolso, Svenja Brunckhorst ha encontrado una solución creativa para llevar su medalla de oro en baloncesto 3x3: un calcetín. “La medalla pesa mucho. Por eso cansa mucho en algún momento del evento”.

"Llevo la medalla a menudo conmigo, pero es más para los otros que por mí"

A veces, lo único más deslumbrante que una medalla olímpica es la mirada de la gente cuando la ve. Eso es cierto para los atletas y sus equipos. Daniel Pintado, ganador de dos medallas en marcha, decidió compartir una con su entrenador.

“Cuando gané la medalla de oro, le prometí a mi entrenador, Andrés Chocho, que si ganaba otra medalla en la prueba mixta, sería para él. Por suerte, así ha sido. Así que Andrés tiene la de plata y yo guardo la de oro en un lugar especial. Cuando me siento triste o necesito motivación, la miro. A veces incluso tengo que volver a mirarla para convencerme de que es real”.

El impacto de una medalla olímpica en el público es igual de profundo.

Manon Apithy-Brunet, ganadora del oro en sable femenino, lo sabe muy bien. Su medalla ocupa un lugar histórico en la esgrima francesa, pero también ha cautivado la imaginación del público.

“Cuando enseño la medalla a la gente, sus reacciones son increíbles: están muy contentos, sorprendidos y asombrados. Me encanta la medalla porque es mía, porque representa todo el trabajo que me costó conseguirla y porque me recuerda un día inolvidable. Pero para otros es un objeto mágico e inalcanzable. Siento que mi misión es compartirlo, que la gente lo vea en la vida real”.

Esta es la razón por la que su medalla pasa la mayor parte del tiempo en su bolso.

Nicolas Gestin comparte una perspectiva similar tras proclamarse campeón olímpico de canotaje en eslalon.

Le llevaron al oro sus propios sueños, pero ahora espera que su medalla pueda inspirar a la próxima generación a perseguir los suyos.

“La saco a menudo, pero casi siempre es más para los demás, más que por mí mismo. No me produce necesariamente un placer personal mirarla y llamarla mi Santo Grial. Si puede inspirar a alguien a encontrar su vocación o alcanzar su sueño teniéndolo en las manos, entonces vale la pena. Para mí, se trata más de compartir que de disfrutarla personalmente”.

No importa dónde se guarden –en una caja, una bolsa o un calcetín–, las medallas olímpicas ocupan un lugar único y permanente en el corazón de los atletas y los aficionados al deporte.