De la almohada a la gloria: historias de campeones olímpicos que se quedaron dormidos antes de competir
Desde la gran estrella de los Juegos Olímpicos de Invierno de Lake Placid 1980, Eric Heiden, hasta Red Gerard. En el Día Mundial del Sueño, Olympics.com recuerda las historias más increíbles entre el dormir y el oro olímpico.
Suena a cliché, a lugar común. Parecen innumerables las veces que los atletas describieron su participación en unos Juegos Olímpicos como un sueño hecho realidad. Pero, ¿qué ocurre cuando se invierte la historia; qué sucede cuando la realidad se hace sueño?
A lo largo de más de un siglo de ediciones olímpicas, han sido escasos pero no menos interesantes los episodios de atletas que se quedaron dormidos antes de competir. Por eso, en el Día Mundial del Sueño, Olympics.com ha decidido recuperar esas historias de imprevistos, alarmas no escuchadas y gloria contra todo pronóstico.
La almohada, la alarma y el récord mundial
Mediaba febrero de 1980, era exactamente la noche del 22 y para ese entonces el patinador de velocidad Eric Heiden ya estaba consagrado como una de las grandes estrellas de los Juegos Olímpicos de Invierno de Lake Placid 1980. Con sus 21 años, ya había ganado las medallas de oro en las pruebas de 500, 1.000, 1.500 y 5.000 metros y esa jornada se encontraba en las vísperas de su última prueba con la que intentaría la hazaña de cinco competiciones-cinco medallas de oro: los 10.000 metros.
Con la confianza por las nubes y en medio de unos Juegos jamás imaginados, el patinador consideró que su experiencia olímpica tenía que ser completa. Por eso, esa noche se relajó y acudió junto a unos compañeros al partido de hockey sobre hielo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, por la primera ronda del Grupo de Medallas del certamen olímpico.
Heiden fue testigo esa noche de un evento histórico: Estados Unidos, con un equipo compuesto en su mayoría por jóvenes jugadores amateurs, se impuso por 4-3 a una Unión Soviética que había ganado cinco de los seis oros previos en los Juegos Olímpicos de Invierno y estaba integrada por atletas profesionales. La magnitud del triunfo norteamericano fue tal que dio lugar a un documental llamado “Milagro sobre hielo”, donde se narró la epopeya.
“Sabíamos que se nos iba a complicar la salida del estadio. No podíamos alcanzar la calle principal para regresar a la Villa Olímpica. Nos llevó entre una hora y una hora y media poder regresar a la Villa y yo en lo único que pensaba era en estar allí cuanto antes porque al otro día tenía que competir”, relató Heiden en una entrevista concedida a Getty en 2013.
La mañana del 23 de febrero no comenzó como el multicampeón olímpico lo imaginaba. Sus rutinas, sus costumbres, sus cábalas se vieron alteradas. ¿El motivo? No escuchó el sonido de la alarma de su reloj despertador.
“Usualmente, yo me despertaba aproximadamente tres horas antes de competir. Iba a desayunar, después realizaba mi rutina habitual de pre-competición, que duraba unas dos horas, y luego salía hacia la pista para disputar la prueba”, relató Heiden.
“Pero esa vez, una hora y media antes de la carrera, escuché cómo golpeaban la puerta de mi habitación con fuerza. Era mi entrenadora, quien me dijo ‘Estamos en el auto esperándote. ¿Dónde estabas?’”.
Heiden se había quedado dormido. La alarma sonó a las 6.20 y su entrenadora, Dianne Holum, lo fue a buscar a la habitación de la Villa Olímpica a las 7:40 horas. La carrera de los 10.000 metros era a las 9 de la mañana.
“Estaba un poco cansado después de haber visto el partido de hockey la noche anterior. Corrí hacia la cafetería, cogí dos rebanadas de pan y reemplacé mi rutina de dos horas por algo improvisado para poder estar preparado para competir. Lo primero que hice fue pedir disculpas a mi entrenadora y al resto del equipo y ahí me enfoqué: ¿Qué es lo que tengo que hacer para estar preparado para competir en una hora y media? Realmente no era una situación en la que a uno le gustaría estar antes de una competición de unos Juegos Olímpicos”, completó.
Finalmente, Heiden salió a la pista olímpica James B. Sheffield, la misma donde había conseguido las cuatro medallas de oro anteriores (todas con records olímpicos incluidos), y se preparó para alcanzar una nueva hazaña.
Heiden ganó la carrera y obtuvo su quinta medalla de oro en unos mismos Juegos Olímpicos en una actuación que quedó en la historia: se impuso con un tiempo de 14:28.13 minutos y pulverizó el récord mundial por más de seis segundos que ostentaba hasta el momento el soviético Viktor Leskine.
Gracias a ese triunfo, Heiden se consagró como la gran estrella de Lake Placid 1980. Él solo ganó más medallas de oro que casi todo el resto de las naciones participantes en los Juegos, con la excepción de la Unión Soviética (10) y la República Democrática de Alemania (9). Además, se convirtió en el único atleta en la historia del patinaje de velocidad en adjudicarse el oro en las cinco pruebas de la especialidad en una misma edición de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Series de TV y el olvido de la chaqueta
La historia de los 'campeones dormidos' viajó unos 38 años a través de la historia y volvió a encontrar el escenario de unos Juegos Olímpicos de Invierno. Esta vez, el lugar fue PyeongChang y la fecha, el 11 de febrero de 2018. Llegaba la prueba de snowboard slopestyle masculino y la delegación estadounidense presentaba entre sus competidores a un adolescente de 17 años que en su momento casi no tomaba conciencia de la magnitud de unos Juegos Olímpicos: Red Gerard.
“Antes de llegar a los Juegos, creo que no tenía idea de lo que unos Juegos Olímpicos realmente eran. Yo crecí mirando los X-Games y el Dew Tour y no había tomado conciencia de lo grande que es esta competición”, afirmó el propio Gerard en declaraciones a Yahoo News.
La noche anterior a la competición de snowboard, el joven de 17 años había decidido quedarse en la habitación. Prendió su ordenador, ingresó a una plataforma de películas y series en streaming y vio un par de capítulos de la serie de comedia “Brooklyn Nine-Nine”. Se quedó dormido en medio de un episodio.
A diferencia de lo ocurrido con Heiden, el adolescente Gerard apenas se quedó dormido unos 20 minutos. Según informó el portal Yahoo News en un reportaje con testimonios del propio Gerard y de su familia, su compañero de habitación y rival de competición, Kyle Mack, lo sacudió en la cama a las 6.20 de la mañana y le preguntó: “Red, ¿No tenías que levantarte a las 6.00?”. Avergonzado, Gerard saltó de la cama, se armó un sandwich de huevo, jamón, queso y aguacate y se preparó para salir.
El problema radicaba luego en que no encontraba su chaqueta de competición. Después de dar vueltas en la habitación, le pidió a Mack que le prestara una de sus prendas para competir y así salió rumbo a la pista.
Ya en la competencia, su tercer run en la final fue un lujo. La mezcla de velocidad, actitud y creatividad en sus saltos permitieron que el jurado le otorgara una puntuación de 87.16, lo que lo ubicó en la primera posición de la clasificación, a falta de la participación de tres competidores. De esos restantes, sólo el canadiense Max Parrot tuvo otra buena performance, aunque su puntaje alcanzó sólo los 86.00. Quedó así en la historia de los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang la imagen de de Red Gerard, con sus dos manos en su rostro y una mirada de absoluta sorpresa, al verse primero en la clasificación.
El competidor de 17 años se convirtió en ese entonces en el atleta estadounidense masculino más joven en integrar un podio desde 1928 y fue el primer medallista de la historia de los Juegos Olímpicos de Invierno nacido en los 2000.
El maratón “más largo" de la historia
La última historia del sueño y el olimpismo quizás no tiene medallas, podios ni récords mundiales, pero sí el regocijo para un hombre que padeció vergüenza por el hecho de haberse perdido en el sueño.
Hay que remontarse a los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912 y el protagonista de la historia es el japonés Shizo Kanaguri.
El atleta nipón llegó a la capital sueca como uno de los candidatos a llevarse el oro en el maratón. Sin embargo, las complicaciones en la preparación se dieron desde un comienzo. Un viaje en barco y otro a través del tren transiberiano hicieron que el corredor se demorara unos 18 días en poder arribar a Suecia. Sin poder haberse entrenado y alimentado de la manera ideal, llegó el 14 de julio de 1912 en el que se disputó el mítico maratón.
Ese día hubo un calor agobiante e inusual en Estocolmo. Los termómetros registraron una temperatura de 32 grados, por lo que apenas 35 de los 68 corredores lograron llegar a la meta.
A la altura del kilómetro 30, Shizo Kanaguri sufrió un golpe de calor y deshidratación, lo que le llevó a pedirle a una familia local que le dejaran entrar en la casa para poder tomar unos vasos de agua. Luego de hidratarse y afectado en su salud, el japonés se quedó dormido en un sillón y se despertó una vez finalizada la competencia.
Avergonzado por no haber podido terminar el recorrido, el nipón decidió no unirse al resto de su delegación y emprendió el viaje de regreso a su país por cuenta propia.
Cuatro años más tarde, Shizo Kanaguri participó en el maratón de los Juegos Olímpicos de Amberes 1920, donde finalizó en el 16º lugar, mientras que también corrió la misma competencia en los Juegos de París 1924, carrera que, al igual que en Estocolmo, tampoco pudo finalizar.
Pero la aventura culminó recién en 1967. En Suecia, su historia se convirtió en un mito del olimpismo local: Kanaguri era reconocido en el país escandinavo como el “maratonista desaparecido”. Tal era la devoción que, una vez que un periodista sueco constató que el ex atleta todavía seguía vivo, el Comité Olímpico de Suecia decidió invitar a Shizo Kanaguri a la celebración de los 55 años de los Juegos Olímpicos .
Así, el 20 de marzo de 1967 y con 76 años, Kanaguri corrió los 100 metros finales dentro de un estadio repleto y pudo realizar su finalización simbólica del maratón iniciado en 1912. Los registros locales indicaron en modo homenaje que el tiempo exacto de su participación en la carrera de Estocolmo fue de 54 años, 8 meses, 6 días, 5 horas, 32 minutos y 20,3 segundos.