El olímpico Leandro Ribela inspira a los jóvenes de una favela de São Paulo con un proyecto social de esquí de fondo
Ribela, que compitió en esquí de fondo en Vancouver 2010 y Sochi 2014, apadrina 'Ski na Rua', un proyecto social que ayuda a través del esquí de fondo a jóvenes desfavorecidos de una favela de São Paulo. Olympics.com cuenta la historia del proyecto, que formó al olímpico Victor Santos.
Fue durante un viaje familiar a San Carlos de Bariloche, Argentina, cuando a los 12 años Leandro Ribela se enamoró de los deportes de nieve. “Cuando descubrí la nieve, me enamoré. El entorno, la nieve, el esquí...”, recuerda. Y así empezó su carrera deportiva.
Siendo adolescente, buscó trabajo en programas de intercambio en América del Norte y vio oportunidades en estaciones de esquí. Ribela pasó sus vacaciones de verano –invierno en el hemisferio norte– trabajando en varias de ellas en Estados Unidos, tomando lecciones, perfeccionando sus habilidades en los deportes de nieve y logrando las cualificaciones necesarias para ser instructor.
“Dirigía una escuela de esquí para niños, pero a los 24, 25 años descubrí mi deseo por competir. Anteriormente había corrido y hecho triatlón, así que el esquí de fondo era una elección natural. Y me acabé dedicando 10 años al deporte de alto rendimiento”, explica.
Ribela representaría a su país en los Juegos Olímpicos de Invierno Vancouver 2010 y Sochi 2014, y actualmente es coordinador olímpico y paralímpico de la Federación de Deportes de Nieve Brasileña (CBDN).
Pero dos años antes de los Juegos de 2014, Ribela tomó una decisión que cambiaría la vida de muchos jóvenes brasileños en situación vulnerable: creó el proyecto Ski na Rua.
Ribela habló con Olympics.com desde Vuokatti, Finlandia, donde está trabajando con el equipo paralímpico brasileño de invierno.
De actores secundarios a protagonistas
Como deportista, Ribela solía pasar por las calles y avenidas del campus de la Universidad de São Paulo entrenando en bicicleta o haciendo rollerski, la variante de verano del esquí de fondo. Durante su entrenamiento, solía ver niños y adolescentes de la favela de São Remo que trabajaban cuidando coches o repartiendo botellas a los corredores.
“Me sentí mal, porque pensé que esos niños y adolescentes podían usar ese espacio de una forma más democrática, tomando también ellos parte de las actividades deportivas e interactuando con los demás”, explica Ribela. Después de hablar con su amigo Alexandre Oliveira, triatleta, decidieron llevar a la zona equipamiento de rollerski y dejar que los jóvenes lo probaran.
Y así plantaron una semilla. "En poco tiempo me di cuenta de que [ese equipamiento] había tenido un impacto muy positivo en el autoestima de los niños”, cuenta Ribela.
A medida que los niños iban haciéndose más y más activos, Ribela y Oliveira se dieron cuenta de que tenían que hacerlo de forma más organizada para dar más oportunidades a su comunidad local.
Cómo creció el proyecto
En 2012 solo cuatro niños practicaban rollerski, pero al año siguiente ese número había crecido hasta los 15. Para 2014, el grupo ya era de 40, y en 2015 Ski na Rua se convirtió formalmente en un proyecto social: contrataron a dos profesores de educación física de la región de São Remo para ayudar a trabajar con los niños.
“Es importante que [los niños] tengan a su alrededor ejemplos positivos. Contratamos a un instructor que nació y se crió en el barrio y le dimos una beca completa para estudiar educación física; ahora está terminando sus estudios, aprendiendo inglés y trabajando con nosotros en el proyecto. Nos hace creer que cualquier cosa es posible”, asegura Ribela. Actualmente el programa ayuda a 110 estudiantes de entre 6 y 21 años, de los que el 30% son chicas.
Ribela también se dio cuenta de que Ski na Rua necesitaba hacer algo más que facilitar actividades deportivas para los niños. “A veces faltaban por diversas razones, como dolor de dientes. Nunca habían ido a un dentista. Necesitábamos alguien que los atendiera, así que una vez logramos que un dentista atendiera a 40 niños. Nos organizamos según las necesidades que van surgiendo”.
Divulgar conocimiento es esencial
Cuando le preguntan qué le motiva a liderar este proyecto, Leandro Ribela sonríe y dice que la madurez es un factor muy importante. "Quizá es por las experiencias que estamos viviendo. Para mí nada de esto tendría sentido si no pudiera devolverle algo a la gente... Entrenar solo para mí, otros cuatro años, y medir mi grado de éxito según mi rendimiento no era suficiente. No podía guardar para mí todo lo que tenía”, reflexiona.
Trabajar con el deporte para ayudar y transformar la realidad de tantas personas supone una gran satisfacción para él. “Veo el cambio en la gente y cómo el deporte contribuye a lograrlo, a crecer personal y socialmente. El deporte es capaz de abrir puertas y transformar vidas”, subraya Ribela.
De Ski na Rua ha salido incluso un deportista olímpico, Victor Santos, que compitió en PyeongChang 2018. Es algo que llena de orgullo a todo el proyecto. Los retos, tanto en la parte financiera como en la organizativa, son interminables, pero poco a poco y gracias a la ayuda de muchas personas, Ribela ajusta una agenda llena de compromisos entre el deporte de alto rendimiento (CBDN) y amateur (Ski na Rua).
No es una utopía, sino un sueño
Los sueños de Leandro Ribela incluyen el crecimiento de los deportes de invierno en Brasil y una primera medalla del país en los Juegos de Invierno, ya sean Olímpicos o Paralímpicos. Al ser un país tropical, ese sueño de la medalla brasileña en deportes de invierno puede parecer a veces algo utópico.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano una vez trató de explicar lo que es una utopía: “La utopía está en el horizonte. Camino diez pasos, y ella se aleja diez pasos. Yo sé que nunca lo alcanzaré ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, para no parar de caminar”.
Ribela no tiene miedo de este viaje. Sabe que es un camino largo, pero la experiencia le ha enseñado que lo más importante es ser feliz. “Hoy me siento extremadamente feliz y útil con mi trabajo. Sigo con la misma pasión. Cada vez que veo la nieve siento lo mismo que cuando tenía 12 años, allí en Bariloche, y la vi por primera vez”.