Yasmani Acosta, el luchador que dejó Cuba para llegar a los Juegos Olímpicos: "Cuando gané la medalla pensé en todo el sacrificio"
El luchador chileno, ganador de la plata en los Juegos Olímpicos de París 2024, relata su vida y su relación con su amigo e ídolo Mijaín López en esta entrevista con Olympics.com.
La escena ocurre en la noche del 5 de agosto de 2024. Desde un teléfono celular se manda el mensaje a otro: "Juntémonos en el gimnasio". El escenario es uno de los gimnasios de la Villa de los Atletas de los Juegos Olímpicos de París 2024.
Son poco más de las doce de la noche, cuando se reúnen dos amigos de décadas atrás. Uno es cubano y es una leyenda en la lucha grecorromana. El otro nació en Cuba pero ahora compite para Chile… y está señalado como su posible sucesor.
El gimnasio se encuentra casi vacío y ninguno de los pocos presentes imagina el hecho del que está siendo testigo: dos luchadores de 130 kg se ponen a correr alrededor del gimnasio y a charlar. Nadie lo sabe todavía, pero ambos protagonizarán al día siguiente la final del peso más pesado de lucha grecorromana con el fin de obtener una medalla de oro olímpica.
Yasmani Acosta es uno de los protagonistas de esta historia. Nacido en Cuba y radicado en Chile desde hace casi 10 años, corrió durante una hora y media en el Gimnasio de la Villa Olimpica de París 2024 junto a su ídolo de la juventud, amigo, y rival de la final del día siguiente, la leyenda Mijaín López.
Posiblemente se trate de dos símbolos representativos del deporte surgido en Cuba: el del atleta que logró la gloria en su territorio natal y aquel rival que debió encontrar un nuevo destino.
“Corrimos uno al lado del otro una hora y media. Pusimos música y empezamos a correr ahí. Estaban nuestros entrenadores de Cuba y de Chile. Fue algo único”, revive Acosta, en una entrevista con Olympics.com.
Al día siguiente, Mijaín López volvería a ganar una medalla de oro. Lo haría por quinta vez consecutiva en unos Juegos Olímpicos y se convertiría en el primer atleta de la historia en ganar cinco veces al hilo la medalla de oro en una misma prueba individual de unos Juegos.
Para Acosta significaría la primera medalla olímpica de su carrera. Esa plata representaría también el premio a todo el sacrificio y sufrimiento de un hombre que en 2015 asumió la responsabilidad de alejarse de su familia solo con el fin de poder ganar alguna vez una medalla olímpica.
A continuación, descubre en esta entrevista exclusiva con Olympics.com cómo fue la decisión de Yasmani Acosta de abandonar Cuba en medio de una competición deportiva y qué significó haber sido protagonista directo de la última pelea profesional de la leyenda más grande de la lucha deportiva en la historia: su amigo y rival, Mijaín López.
Yasmani Acosta: la infancia, la lucha y la sombra del gigante
La vida de Yasmani Acosta en Cuba durante sus primeros años fue la de un niño activo, muy activo, que buscó el refugio de un deporte para poder canalizar su energía.
“Cuando vi por primera vez los Juegos Olímpicos fue el momento en que empecé a interesarme por el deporte. Hice béisbol, después pasé al boxeo y de ahí pasé a la lucha”, explica a Olympics.com.
“Ahí ya me fijaba en Mijaín López. Cuando empecé en esto, Mijaín ya era un ídolo del deporte cubano”.
A medida que creció y terminó de desarrollarse físicamente, Acosta terminó por encontrar su categoría específica en la lucha. Y dio la “mala fortuna” para él de tener que competir a nivel local con el propio López, lo que sería durante años una suerte de sentencia: tal era el nivel de Mijaín que Acosta debía conformarse con segundos puestos o con constantes ausencias de las citas de los Juegos Olímpicos.
“Mijaín está como siete u ocho pasos por encima de todos. Está a otro nivel. Yo me siento más fuerte que él en la cintura hacia arriba, pero el tema de Mijaín está en las piernas, que empuja mucho. Cuando te empuja, no hay quién lo pare. Cuando te empuja, te obliga a bajar la postura para contenerlo y al bajar la postura estás obligado a bajar la cabeza, y él te jala la cabeza y caes arrollado en el colchón”, analiza.
Pasaron años y años y Acosta seguía a la sombra de López sin la posiblidad de poder competir en unos Juegos Olímpicos, a los que un mismo Comité Olímpico Nacional solo podía enviar un luchador por peso. Fue así que llegado el 2015, Yasmani Acosta tomaría una decisión que marcaría el resto de su vida.
“Yo quería perseguir mi sueño olímpico y mundialista. En Cuba estaba muy difícil porque estaba Mijaín. (...) Era una decisión que la venía pensando desde hacía mucho tiempo pero no me atrevía, no me atrevía a tomar la decisión de irme de Cuba”.
El adiós a Cuba, en medio de un campeonato de lucha
Llegó 2015 y Acosta se preparaba para competir en Chile en un Campeonato Panamericano de Lucha, que servía de torneo clasificatorio para los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
En una casa modesta de la ciudad de Agramonte, Acosta se reunía con su madre, Marta Caridad Fernández, y junto a su hermano Gabriel Landa.
“Es una decisión que venía analizando desde hacía mucho tiempo, quizás un año antes. Pero no me atrevía a tomar la decisión. A mi mamá siempre se lo había contado, como preparándola. Pero a ella no le gustaba la idea de que la familia se alejara”, cuenta.
“Esa noche me despedí de ella y abandoné la casa llorando porque ya sabía que no iba a regresar. Mi madre terminó con los ojos rojos del llanto, mi hermano también. Y yo simplemente, durante todo el viaje a Chile, pensaba cuándo veré nuevamente a Cuba. De la manera en la que me iba a ir, eran 8 años sin poder volver a Cuba”.
Acosta llegó a Chile para competir en el campeonato Panamericano y llamó de inmediato a su colega y amigo local Andrés Ayub. “Le comenté que quería quedarme en Chile y él me dijo que me acompañaría en todo el proceso”.
En ese momento, Acosta llegó a Chile tiempo antes de iniciarse la competición, lo que le dio espacio suficiente para pensar y sufrir ante la inminente decisión de no regresar a su país natal - un lugar al que siempre ha amado.
“Tuve como 20 días para pensar. Todavía podía arrepentirme. Bajé muchísimo de peso, lloraba casi todos los días escondido en el baño… Hasta que llegó el día, tomé la decisión en el hotel, y ahí ya no había vuelta atrás. Era una nueva vida y a echar para adelante”.
“Andrés no estaba en su casa. Yo le pedí que me pasara a buscar por el hotel. El equipo tenía que irse temprano al aeropuerto y yo le pedía que me viniera a buscar antes porque me daba vergüenza tener que enfrentarme a mis compañeros y a mi entrenador. Me pasó a buscar y nos fuimos a un motel, donde entré yo solo y al otro día me vino a buscar para sacarme de allí”.
Yasmani permaneció dos meses sin documentación. Como si no estuviera en ninguna parte del mundo. Sin embargo, con el tiempo, Chile comenzó a arroparlo y le brindó el suelo donde pararse y poder empezar a construir nuevamente.
Trabajo como seguridad y la dificultad de los entrenamientos
En los primeros dos años como residente en Chile, Yasmani Acosta no pudo competir en representación de su nuevo país. Por eso, sus aspiraciones deportivas y olímpicas debieron aparcarse a un lado: era momento de ganarse la vida de otra forma.
Así, Acosta llegó a trabajar durante varios meses como empleado de seguridad en un local de baile nocturno.
“Estaba muy justito de dinero. Había veces que no tenía dinero para viajar para entrenar y entonces me quedaba en mi casa haciendo flexiones o abdominales. A veces, Andrés Ayub me llevaba a algunos gimnasios y entrenábamos juntos”.
En 2017, obtuvo el permiso oficial para competir en defensa de los colores de Chile. Sin embargo, el proceso para poder alcanzar sus primeros Juegos Olímpicos era muy arduo: la lucha es un deporte poco convencional en el país sudamericano y tanto en ese entonces como hoy, Yasmani no tiene otro luchador de su categoría (130 kg) para poder entrenarse en el colchón.
“A veces quisiera ser lanzador o corredor, estar en un deporte en el que no dependa de nadie. Acá, en Chile no hay un atleta de mi peso que haga lucha. Entonces veo que mis principales rivales tienen 10 meses para entrenar con una pareja. Y yo solo tengo tres meses. En tres meses tengo que hacer lo que mis rivales hacen en diez”.
Una final olímpica inolvidable junto al ídolo de su infancia
Había pasado el debut olímpico de Yasmani Acosta en Tokio 2020 y llegaba la gran oportunidad de subirse a un podio y ganar una medalla en unos Juegos por primera vez en su vida. La medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 había sido el trampolín a la ilusión de poder colgarse una presea en París.
Y llegaba la competición de la capital francesa. Acosta sabía que volvería a verse las caras con la gran leyenda, su amigo Mijaín López, e intuía que el torneo olímpico de París sería la despedida definitiva del multicampeón olímpico de las colchonetas.
“Con él lo veníamos hablando desde hacía meses antes, que podía darse la posibilidad de que luchemos en una final olímpica. Había que esperar el sorteo”, relata Acosta.
“Y cuando se dio el sorteo. Lo vimos como algo posible y se dio”.
A medida de que avanzaban los combates, el diálogo entre ambos era constante. Mijaín López le daba consejos a Yasmani durante los calentamientos previos a las peleas. Hasta que ambos ganaron sus respectivas semifinales y se prepararon para enfrentarse, el 6 de agosto, en una final olímpica.
“La noche anterior a la final, nos fuimos los dos juntos a bajar de peso. Los dos teníamos que bajar dos kilos. A las doce de la noche, nos forramos con abrigo y nos fuimos a correr en el gimnasio”, detalla el chileno.
La noche se perdió entre esa última práctica y charlas entre los dos. Se avecinaba el cierre de un ciclo y una jornada histórica para las carreras de ambos.
Así, llegó el día de la final. Esa vez ya no hubo ninguna charla ni consejos sobre estrategia. Era momento de que ambos salieran a escena en busca de ese oro olímpico.
Y el ganador fue una vez más Mijaín López. El mismo que se había colgado su quinta medalla de oro y que, en una de las imágenes más icónicas de los últimos años del olimpismo, cerraba la noche apoyando sus zapatillas en medio de la colchoneta. Era el signo de su despedida definitiva de la lucha.
“Todavía me erizo cuando recuerdo la final con Mijaín López. Antes de la final, él me lo dijo… me dijo ‘Yasmani, pensar que yo empecé a tener resultados deportivos cuando tú estabas en Cuba y pensar que me voy a retirar de los Juegos Olímpicos contigo en una final”, describe emocionado.
“Cuando terminó la final, yo me fui caminando. Y cuando llegué a la esquina, que vi que puso las botas, empecé a llorar y a aplaudirlo. Sé lo que significa estar tantos años en el deporte. Yo no sé hacer nada más que mi deporte y entonces tomar esa decisión de un día para otro duele y es duro”.
Sin embargo, después de todo un camino arduo, con sacrificios, con lágrimas, con la ausencia del calor de la familia, Yasmani Acosta logró colgarse esa tan ansiada medalla de plata olímpica delante del pecho.
“Ganar una medalla de este nivel es el sueño de cualquier deportista. Es algo que costó mucho. El camino fue más largo y más difícil. Yo sentí todo cuando llegué a mi casa. Ahí lloré y lloré. Se me vino a la cabeza todo el sacrificio que hice. Dejar a mi familia atrás, llegar a Chile, trabajar de guardia de seguridad dos años pasando frío en una cultura que no era la mía, sin saber cuándo podía volver a ver a mi mamá y a mi hermano. Pensé en todo el sacrificio que uno hace para lograr esto”.
Ya sin Mijaín López en la escena, World Wrestling lo confirmó hace menos de una semana como el mejor luchador de la categoría 130 kg de lucha grecorromana del mundo.
Desde ya, Acosta puede atreverse a soñar con una medalla de oro en Los Ángeles 2028.