El mensaje de la campaña #strongertogether podría resumirse en una frase: "En cada avance, en cada caída, en cada victoria: estamos juntos". Cuando creemos el uno en el otro, hacemos que lo increíble sea posible. Que los demás crean en nosotros, nos motiva a creer en nosotros mismos: a dar ese salto, a lograr ese truco, a llegar hasta el final. En cada avance, en cada caída, en cada victoria estamos juntos.
Y ese es el pasado y el presente del sueño de Donovan Carrillo, y cómo su familia le ha inspirado y ayudado a llegar a los Juegos Olímpicos.
Elegir un deporte de invierno en un lugar cálido y con poca tradición en el hielo como México ya es de por sí algo valiente. Pero Donovan Carrillo, que ahora tiene 22 años, ha ido incluso más lejos, al convertirse en el primer mexicano en 30 años en competir en patinaje artístico en unos Juegos Olímpicos de Invierno, y el primero en la historia en llegar a una final. Todo esto lo ha logrado en los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022.
El proceso de comenzar en el deporte con 8 años hasta llegar a los Juegos 14 años después no ha sido fácil para el patinador mexicano. “El hecho de que yo escogiera el patinaje artístico como un deporte fue algo muy fuera de lo común en mi país, ya que a los ocho años, lo normal en los niños es que se interesen en el fútbol. Yo afortunadamente pasé por esa pasión por el fútbol mucho antes de conocer el patinaje y me di cuenta de que no era para mí. La verdad es que tenía dos pies izquierdos y era súper malo”, dice bromeando en el episodio de la serie original de Olympic Channel, Winter Tracks, que cuenta su historia.
Lazos familiares: la inspiración surge en casa
Su familia ha sido un pilar básico en este camino que no ha estado exento de jueces fuera de las pistas de hielo. “A pesar de recibir muchas críticas por practicar una disciplina artística, nunca permití que esos comentarios afectaran a mi decisión de practicar el deporte, porque era algo que a mí me gustaba muchísimo. Y también fue gracias a la ayuda de mi familia que logré hacer oídos sordos y de los comentarios que no me ayudaban a crecer y dejé de darles importancia. Solamente me enfoqué en hacer lo que me gusta, que es patinar”, reconoce.
Pero este sueño tenía que ser financiado. Los padres de Donovan reconocen que el patinaje artístico no es un deporte económico, y menos en un país con menos infraestructuras para practicarlo (de hecho, Carrillo entrena en una pista de hielo en un centro comercial).
"Para nosotros lo que nos fue muy difícil fue económicamente. Y le dije a Goyo [Gregorio Núñez, el entrenador de Donovan] que al siguiente mes dejarían de ir porque no se podía pagar el hielo", recuerda su madre, Diana.
Sin embargo, todo esfuerzo ha tenido su recompensa no solo en la clasificación olímpica, sino en la felicidad de Donovan.
“Ha sido un proceso, pero creo que ha valido la pena. No hay dinero, pero creo que tenemos hijos felices [Donovan y su hermana mayor]”, asegura el padre del patinador, Adolfo.
Donovan Carrillo: un olímpico con grandes sueños
El sueño olímpico de Donovan comenzó en casa. Sus padres encendieron la llama.
“Llegar a unos Juegos Olímpicos tiene mucho valor porque mis papás desde muy pequeño me enseñaron lo que implica llegar ahí y que no cualquiera puede llegar a ese nivel de competencia. Saber lo que implica llegar a estos Juegos hace que sea de un mayor aprecio tener la oportunidad de llegar a esta magnitud de competencias”, destaca Donovan.
Para embarcarse en este sueño olímpico tuvo que cambiar Guadalajara por León y, salir de casa de sus padres junto a su entrenador Gregorio Núñez.
“Cuando me fui de casa tan chico, tanto mis papás como yo sufrimos este distanciamiento. A pesar de que tratamos siempre de mantener el contacto por teléfono, videollamadas… nada se compara con poder estar ahí físicamente con ellos”.
El cuatro veces campeón mexicano aseguró su plaza olímpica tras finalizar 20º en el Campeonato del Mundo de 2021, uno de los eventos clasificatorios para Beijing 2022.
Todos los años de esfuerzo finalizaron en ese momento culmen en su carrera en el patinaje artístico y con el que cumplió así “el sueño de un niño que nunca se rindió”, como él define.
Pero aún mejor: no era un sueño solo de sí mismo; sino un sueño que compartió y que ha conseguido junto a su familia.