Mijaín López entró bailando en la historia. Quedaban aún 10 segundos de combate, pero el georgiano Iakobi Kajaia entendió que la tarea ya era imposible y concedió la victoria al gigante que tenía ante sí. Mientras su equipo hacía la cuenta atrás, el cubano empezó a festejar su cuarto oro Olímpico seguido, algo inédito en la lucha masculina.
López hace historia en su deporte, dejando atrás los tres oros de otra gran leyenda como Alexander Karelin (1988, 1992, 1996), y hace historia para Cuba: supera los tres títulos Olímpicos de Teófilo Stevenson (1972, 1976, 1980) y Félix Savón (1992, 1996, 2000) en boxeo y, 107 años después, iguala los cuatro oros del tirador de esgrima Ramón Fonst (1900, 1904).
Y lo consiguió con una actuación dominante: Mijaín López no concedió ningún punto a sus rivales en los cuatro combates que ha disputado en Tokio 2020. Venció por 9-0 a Alin Alexuc (Rumanía); 8-0 a Amin Mirzazadeh (República Islámica de Irán); 2-0 a Riza Kayaalp (Turquía); y 5-0 a Kajaia.
Tal era su confianza en estos Juegos Olímpicos que cuando derrotó a Kayaalp, a quien ya había superado en la semifinal de Londres 2012 y la final de Río 2016, agarró a su gran rival y le plantó un beso en la cabeza. Un gesto que selló una de las grandes rivalidades que han visto la lucha.
Mijaín López salió encendido al Carioca Arena 2. No habían pasado siquiera 20 segundos del combate contra Riza Kayaalp, el rival que lo había derrotado en el Mundial del año anterior, cuando levantó al turco y lo volteó por encima de él. Un instante después, lo sacó de la zona de lucha. En medio minuto, ya había resuelto el combate por el oro. El tercero seguido en lucha grecorromana, un logro solo al alcance de las leyendas.
Su primera reacción fue celebrarlo con un pequeño baile, lo más parecido a la salsa que le permite un cuerpo de 1.96 m y 130 kg de peso. Después, agarrar a su entrenador y voltearlo por el aire de pura alegría.
Una celebración muy parecida a la que cinco años después se vio en el Makuhari Messe Hall, donde esta vez se echó al hombro a otro de los miembros de su equipo técnico y, mientras sujetaba la bandera de Cuba con la otra mano, dio una vuelta de honor al tapiz.
Como el niño que era cuando empezó en la lucha.
Sus padres cuentan que Mijaín López empezó a desarrollar esa enorme constitución corriendo de niño detrás de los animales y cargando cajas de frutas y tubérculos. “Hasta recolectando latas de café quería ser el primero", contó su padre en declaraciones a AFP.
El deporte llegaría un poco más tarde y por influencia de sus hermanos Misael y Michel. Ellos practicaban remo y boxeo y trataron de contagiarle su pasión por el ring, pero a los 10 años Mijaín cambió los guantes por la lucha. “En cuanto lo vio un profesor de lucha lo captó", explicó su madre.
Fue una carrera precoz y pudo ser demasiado corta, porque a los 13 años sufrió una doble fractura de tibia y peroné durante una competición que hizo que su padre le planteara dejar este deporte. Por suerte, perseveró.
Con 17 años ya formaba parte de la selección cubana y antes de cumplir los 22 disputó sus primeros Juegos Olímpicos en Atenas 2004, donde terminó en quinta posición. Él no pudo subirse al podio, pero sí su hermano: en la capital griega, Michel ganó el bronce en la categoría de peso superpesado de boxeo.
Su reinado comenzaría en Pekín 2008 y ha logrado extenderlo hasta Tokio 2020 donde, según ha anunciado en repetidas ocasiones, ha disputado a los 38 años los que serán sus últimos Juegos Olímpicos.
Artículo con contribución de AFP