Cinco años han pasado desde que, en Río de Janeiro, Jasmine Camacho-Quinn pasara de la emoción de ir a sus primeros Juegos Olímpicos a las lágrimas de un final trágico. Pero en Tokio 2020, la puertorriqueña no solo ha encontrado la redención, sino también la gloria Olímpica.
Camacho-Quinn es campeona Olímpica. La nueva Queen de los 100 metros vallas. Y ya en semifinales entró a la historia corriendo la prueba en 12,26 segundos, fijando un nuevo récord Olímpico, en Tokio 2020.
El momento de gloria es incluso más especial para la puertorriqueña, quien había acabado en lágrimas en su debut Olímpico en los pasados Juegos.
El debut en los Juegos Olímpicos de Jasmine Camacho-Quinn, de Puerto Rico, no fue el deseado. Hace cinco años acabó arrodillada en la pista, entre lágrimas y pidiendo perdón.
Ante un Estadio Olímpico de Río de Janeiro abarrotado, Camacho-Quinn se preparaba para correr las semifinales de los 100 m vallas. Con 19 años, hacía su primera aparición en los Juegos y había superado las eliminatorias con el tercer mejor tiempo (12,70). La joven despegó en su carrera por un lugar en la final, saltó las primeras siete vallas sin problemas, pero derribó la octava y, como en un efecto dominó, se llevó por delante la novena y la décima.
Descalificada, Camacho-Quinn terminó su primera experiencia Olímpica en llanto, con una cara de dolor que, más que emocional, parecía llegar a lo físico. El corazón de la puertorriqueña se rompió y, junto al de ella, el de toda la isla, al escuchar sus palabras después de la prueba.
“Perdón, perdón. Yo estaba lista. Me sentía emocionada para la final”, repitió en la zona mixta a los medios de comunicación, sin poder reponerse todavía de las lágrimas que continuaban cayendo por sus mejillas.
Jasmine Camacho-Quinn pidió perdón al país al que había optado por representar y con orgullo. La atleta nació en Carolina de Sur, Estados Unidos, pero poco antes de su concurso en Brasil, había escogido portar los colores del país de su madre, María Camacho.
Ese 17 de agosto en la Ciudad Maravillosa, de la boca de la atleta no solo salieron palabras de profunda tristeza, sino también una promesa. “No voy a dejar que esta carrera defina mi futuro”, dijo la joven que, al igual que su bandera, lleva por delante el apellido de su madre.
Unos obstáculos no impidieron que la empatía y admiración hacia ella se hicieran sentir. “No podría estar más orgullo”, dijo su hermano Robert Quinn, jugador de la NFL de fútbol americano, según ESPN, y quien viajó al país sudamericano solo para ver competir a su hermana.
Superar el momento no fue fácil para la prometedora atleta. “Me tomó todo el semestre de la universidad. No quería estar en el campus, no quería estar cerca de nadie, porque hubiera preferido que sucediese en un torneo pequeño, no en los Juegos Olímpicos. Sabía que tenía que esperar cuatro años más”, había expresado a Spikes (World Athletics).
Con algunas lesiones de por medio y un año extra que esperar debido al aplazamiento, Camacho-Quinn no perdió el tiempo. “Mucho ha cambiado”, había explicado en una entrevista con el Comité Olímpico de Puerto Rico (COPUR).
Después de cinco años, la puertorriqueña llegó a Japón como una de las grandes candidatas: en abril pasado registró un nuevo récord nacional, 12,32, tiempo que la empataba en el séptimo puesto de la lista de las mujeres más veloces en la prueba de todos los tiempos. Antes de volver a bajar su registro en Japón.
Este año no ha habido quién detenga a la puertorriqueña, que ha vencido en las 12 competencias que ha tenido antes de los Juegos Olímpicos.
“No solo me decepcioné. Sentí que decepcioné a todos. Quiero recuperarme de eso y conseguir un mejor resultado este año”, había señalado a El Vocero.
Y como si fuera una promesa, cumplió en Tokio 2020, llenando de orgullo a Puerto Rico.