Daniela Fonseca, la niña que nació con una raqueta en la mano
Las emotivas imágenes del equipo cubano tras lograr la clasificación a Tokio 2020, en el Preolímpico de Rosario este año, esconden una larga travesía, sobre todo cuando se habla de Daniela Fonseca, la joven jugadora de talento innato, que hace historia para Cuba
Nacida en una isla de sacrificios y medallistas Olímpicos en (casi) todo tipo de campos de competición, Daniela Fonseca llevará al tenis de mesa femenino de Cuba a los Juegos Olímpicos por primera vez en más de dos décadas. La hazaña de esta niña, que prácticamente nació con una raqueta en la mano, también implica el billete en dobles mixtos.
El pasado 16 de abril, estaba jugando al tenis de mesa, sí, pero no fue un día como cualquier otro para Fonseca. La zurda protagonizó uno de los momentos de mayor tensión en el Salón Metropolitano de Rosario, Argentina, cuando disputaba el séptimo set de la final ante la mexicana Yadira Silva, mientras definían el último billete femenino individual a Tokio 2020.
La cubana concretó su punto 12, tiró la raqueta al aire y caminó hacia un lado, con cara inexpresiva, de no poder procesar lo que acababa de lograr. A los pocos pasos, se unió su equipo, entre ellos el Olímpico Jorge Moisés Campos –su compañero de dobles mixtos-, y se hundieron en un abrazo.
Con apenas 18 años, Fonseca nunca ha visto al tenis de mesa femenino de Cuba en unos Juegos Olímpicos. Y, con su victoria sobre Silva, en Tokio 2020 será la primera desde Sídney 2000.
“Pasó tan rápido que tardé de asimilar todo lo que había vivido en el Preolímpico. Aún no me lo creía. Era algo como, primero todo el trabajo que pasamos para poder llegar a Rosario, toda cansada, después haber perdido la primera llave, y en esa última ya todos mis compañeros habían perdido. Fue algo que ahora me siento y digo ‘logramos todo eso con mucho esfuerzo y sin imaginarlo’, porque (fue) algo muy fuerte, teníamos muy poco porcentaje, por todo lo que había pasado. Fue algo bastante duro, algo difícil de creer”, cuenta en una entrevista para Tokio 2020.
Una larga travesía
Para esta prometedora estrella del deporte cubano, el camino a la clasificación fue más largo que un torneo de formato sencillo, a dos llaves (en la primera cedió ante la puertorriqueña Melanie Díaz). En su viaje a Rosario, Fonseca ha estado en tierras más lejanas que a las que ha ido a competir.
“El viaje a Rosario fue el peor que he tenido de mis viajes. Fueron 60 horas aproximadamente. Fue muy largo, tuvimos que viajar casi el mundo entero para poder llegar a Argentina. Tuvimos que ir a Francia, estar muchas horas en estancia, después a Turquía, de ahí fuimos a Brasil. Solamente pude descansar unas horas para poder jugar. Fue muy malo el viaje, pero fueron saliendo las cosas poco a poco”.
La jugadora, que nunca ha competido fuera del continente americano –de hecho nunca ha estado en un Campeonato Mundial-, recorrió el planeta para cumplir su primer sueño, aquel para el que no era favorita: clasificar a los Juegos Olímpicos.
“La clave fue concentrarme en mí y en lo que yo puedo lograr, no en mis rivales, porque si me pongo a pensar en mis rivales, todas tienen un 80% de posibilidades de ganarme, porque no tengo experiencia, no tengo juego, no tengo entrenamiento. Se pasan el tiempo entero jugando en muchos lugares. Yo solamente entreno en Cuba”.
En un torneo que reunió a jugadoras de la talla de la puertorriqueña Melanie Díaz y la chilena Paulina Vega, entre otras de mucha más experiencia que Fonseca, la competencia se presentaba dura, pero la cubana estaba dispuesta a dejar el corazón sobre la mesa.
“Podría haberme hecho caer, pero no pensaba en eso, solo pensaba en jugar, jugar y jugar, y que saliera el resultado que salga, pues ese es el que va a hablar. Yo era jugar, darlo todo, jugar con el corazón, dar lo mejor de mí, lo que era capaz y hasta lo que no era capaz de dar”, sostiene.
Fonseca ha aprendido a hacerse fuerte ante la distancia, aunque no el tipo de distancia que la separaba (aparentemente) de sus rivales, sino la física. “El obstáculo más difícil ha sido estar sin mi familia. Desde que empecé el tenis de mesa apenas veía a mi familia un mes, dos meses. No pasaba tiempo con ella. Es lo que más me ha dolido, porque he tenido que crecer, hacerme fuerte, nunca rendirme estando lejos de mi familia, prácticamente sola”, revela.
Aunque, al principio, su madre prefería que se dedicara a los estudios, la atleta sabe que cuenta con el apoyo de su familia y la considera su “fortaleza”. “Con el paso de los años, vio que el tenis de mesa para mí también era muy importante, como el estudio”, cuenta.
El rol de Enoides Fonseca fue más allá del de una madre, hasta el punto de ser casi miembro del equipo técnico que la ayudó a sobrellevar la pandemia. “La cuarentena sí me afectó mucho, porque estuve aproximadamente sin entrenar, sin tocar una raqueta, preparándome física y mentalmente en mi casa, con ayuda de mis entrenadores y mi psicóloga y mi mamá, que era la que estaba ahí todos los días”, comienza a decir.
“Había días en los que yo decía ‘no, no quiero, estoy cansada de hacer lo mismo todos los días’. Mi mamá me decía: ‘sí, es que ya verás después tus resultados’. Después volvimos a entrenar, no pasó ni dos meses y tuve que regresar de nuevo a la casa por la pandemia. Solamente fui al Preolímpico con dos meses y medio de preparación como tal”.
Puedo hacer que el tenis de mesa femenino en Cuba no se haya perdido
Hecha para hacer historia
Fonseca y el tenis de mesa cruzaron caminos cuando ella tenía seis años. Estaba en el colegio y un profesor preguntó quién quería probar el deporte, y ella, como niña inquieta, se ofreció.
“Mi entrenador, el primero que tuve, sin saber qué era el deporte, me dio una raqueta y yo había cogido el agarre como era, y empecé a hacer dominio como si yo hubiera nacido con la raqueta”, recuerda.
Así, como por arte del destino, Fonseca se adentró en un camino en el que, sin saber, le esperaban grandes cosas. “Nunca había pensado en un futuro, siempre había pensado en el hoy, entrenar hoy, darlo hoy. Si en algún futuro llegara a ser alguien, sí soñaba con ser alguien grande, pero no era como fijo, solo era mi sueño, pero quería disfrutar más mi día a día”, añade.
A su corta edad ya es grande para el tenis de mesa femenino de Cuba. Fonseca será apenas la cuarta mujer de su país en tomar parte del certamen Olímpico su deporte, y la primera desde que Leticia Suárez y Marisel Ramírez estuvieran presentes en Sídney 2000.
“Son lo más grande que tiene el tenis de mesa cubano y es algo único tener a esas mujeres ahí y saber que puedo ser como ellas, es un orgullo para mí y me inspira porque son unas mujeres ejemplares. Son lo mejor que hay. Saber que puedo ser como ellas me da más inspiración, más fuerza para seguir entrenando, dando lo mejor de mí, y decir ‘puedo ser como ellas’. Me siento muy feliz porque soy como su continuidad, y saber que puedo hacer que el tenis de mesa femenino en Cuba no se haya perdido. Me inspiran mucho”, dice al referirse sobre Suárez, Ramírez y Yolanda Rodríguez.
Cuba cuenta los días para ver a Daniela Fonseca en Tokio 2020, el regreso Olímpico del tenis de mesa femenino de la isla al mayor escenario deportivo del mundo. Como si hubiera nacido con una raqueta en la mano, la joven ya ha hecho historia.