Cuando se trata de elegir al mejor atleta olímpico masculino de todos los tiempos, hay quien podría argumentar a favor de Usain Bolt o de Michael Phelps. Sin embargo, nadie en la historia ha tenido un mayor impacto asumiendo y representando los valores Olímpicos que Jesse Owens.
James Cleveland "Jesse" Owens. Nació en Alabama, el 12 de septiembre de 1913. Este deportista estadounidense de origen afroamericano dio el salto a la fama internacional al lograr cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.
Jesse se inició en el atletismo cuando estudiaba en el instituto Fairview Junior High. Fue su entrenador, Charles Riley, quien le inició en el deporte. Aunque Jesse tenía que entrenar antes de que comenzasen las clases, en vez de hacerlo en el horario habitual de entrenamientos, porque trabajaba arreglando zapatos después de la escuela.
Comenzó a destacar a nivel nacional en 1933 cuando batió el récord mundial de salto de longitud para estudiantes de secundaria, con una marca de 7,55 metros, e igualó el récord mundial en 100 metros lisos con una marca de 10,4 segundos.
Owens era un atleta de gran talento que sobresalió en los 100 metros, 200 metros, salto de longitud y relevos. En 1935, logró establecer tres récords mundiales e igualar un cuarto, y todo ello en menos de una hora. Esta hazaña, conseguida en Ferry Field en Ann Arbor, Míchigan durante una competición de la conferencia Big Ten, nunca ha sido igualada.
Su mejor momento como atleta llegó un año después, en un entorno políticamente cargado. Owens viajó a Berlín para participar en los Juegos Olímpicos de 1936, un evento supervisado por Adolf Hitler, donde el nuevo canciller alemán esperaba que dominase la supremacía de la "raza aria".
Pero no fue así: el atleta afroamericano Jesse Owens se convirtió en el centro de todas las miradas. Ganó los 100m en 10.30 segundos, los 200m en 20.70 segundos, y luego el salto de longitud, con un salto impresionante de 8.06 metros.
El oro en salto de longitud pasó a la historia: en la final batió a la gran esperanza de Hitler, el alemán Luz Long. En la ronda de clasificación, Owens hizo nulo en sus dos primeros intentos, mientras que Long había batido el récord olímpico en su primer intento.
El alemán, a pesar de ser su rival, le aconsejó que calculase su salto unos centímetros antes a fin de no arriesgar. El estadounidense le hizo caso y así pasó a la final.
Su cuarto oro llegó en el relevo de 4x100m, en el que Owens fue un parte clave en aquel equipo que estableció un nuevo récord mundial de 39.80 segundos.
Durante los Juegos de Berlín, además de sus logros deportivos, destacó la polémica situación que le tocó vivir con Adolf Hitler, quien se negó a darle la mano durante la entrega de medallas por ser afroamericano.
La importancia del desempeño de Owens ha trascendido y resonado a través de los años en muchos sentidos. En cierto modo, fue tratado mejor por los supremacistas de la Alemania nazi, que le permitieron quedarse en el mismo hotel y mezclarse con otros atletas, que en los Estados Unidos, racialmente segregados.
Sus logros apenas fueron reconocidos por su propio gobierno (“Aunque no fui invitado para estrecharle la mano a Hitler, tampoco fui invitado a la Casa Blanca a estrecharle la mano al presidente", dijo más tarde), y a pesar de hacerse famoso en Estados Unidos, luchó por encontrar un trabajo lucrativo. Owens se convirtió en un símbolo importante en la lucha por la igualdad.
Su amistad duradera con el medallista de plata alemán de salto de longitud Long, que murió en la Segunda Guerra Mundial luchando por el régimen nazi, fue un reflejo de cómo el deporte no entiende de raza o fronteras.
La guerra le negó a Owens la oportunidad de extender su leyenda olímpica y obtener más medallas, quién sabe lo que pudo haber logrado en los Juegos de 1940 o 1944. Aunque aquella semana en Berlín dio para mucho. Su récord de cuatro oros Olímpicos no fue igualado hasta que lo consiguió Carl Lewis en Los Ángeles 1984.