¿Podrá Richarlison, el nuevo 10 de Brasil, pasar de la desolación de la Copa América a la gloria Olímpica?

El portador de la venerada camiseta número 10 de Brasil anotó tres goles en sus primeros 30 minutos de fútbol Olímpico. Tokio 2020 echa un vistazo más de cerca al jugador del Everton, un hombre hambriento de goles, que espera convertir la tristeza de la Copa América en oro Olímpico, vistiendo la antigua camiseta de Neymar

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(2021 Getty Images)

“El fútbol es un juego del mañana”, así lo expresó la leyenda inglesa Sir Geoff Hurst.

Y nunca tuvo tanta razón como este 22 de julio, cuando, en Yokohama, el goleador brasileño Richarlison de Andrade, de 24 años, bailó con puro gozo luego de cada uno de sus tres goles, todos en la primera media hora de juego.

“Ha sido mi primer triplete (para Brasil)”, ha señalado el jugador, luego de la victoria sobre Alemania, en el debut. “Un sueño hecho realidad, incluso más vistiendo la famosa camiseta número 10 de mi país”.

Estas tres anotaciones llevaron a Brasil a celebrar un triunfo por 4-2, en la competición Olímpica de fútbol masculino en Tokio 2020. Y apenas 11 días después de la desolación de la selección absoluta, en la final de la Copa América, frente al clásico rival Argentina, en el mítico estadio Maracaná.

Cayeron lágrimas en Brasil esa noche, cuando los campeones Olímpicos Lionel Messi y Sergio ‘Kun’ Agüero, finalmente, levantaron otro título internacional.

El peso del número 10

Aunque Neymar –que inspiró el primer oro de Brasil, en Río 2016- no tomará parte de los Juegos de Tokio, sí estará en espíritu. Está presente en la larga y gloriosa tradición de jugadores brasileños que han vestido la camiseta número 10 con distinción. No resulta extraño que esta vez, la camiseta, reservada para los mejores de los mejores, corresponda a Richarlison.

Tan fuerte ha sido el deseo del jugador del Everton de volver a jugar por Brasil, después de la desolación de la Copa América, que presionó al club inglés para conseguir la aprobación oficial. Y la consiguió el 5 de julio, de parte del nuevo entrenador Rafa Benítez, a poco más de dos semanas del partido frente a Alemania.

“Tuve una lucha allí. Me pasé todo el día discutiendo con el Everton, con el director. También llamé al nuevo entrenador (Rafa Benítez)”.

“Es muy importante para mí vivir esta experiencia, madurar más, porque será importante para mí”.

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"Ya llamé a (André) Jardine y le dije que me guarde la camiseta número 10, porque estaba en camino”, se entusiasmó Richarlison, luego de que el Everton cediera y permitiera al delantero vestir la número 10 de Brasil, una camiseta cargada de expectativas pero, también, de poderes mágicos.

Es la camiseta que, en los últimos Juegos Olímpicos, vistió Neymar, y antes de él Ronaldinho. Y antes Rivaldo.

La colección de jugadores brasileños que han llevado el número 10 en la espalda es una lista de magos y triunfadores. Incluye a nombres como Pelé, quizá el mejor jugador de todos los tiempos; Zico, Rivelino, Jair, Kaka –y en la rama femenina, Marta, quien anotó dos goles, a sus 35 años, en el debut de la ‘Canarinha’ ante la República Popular de China, en Tokio 2020.

La lista sigue y sigue, y no hace más que impresionar.

Directo al gol

Para ser justos, Richarlison no es Neymar. Tampoco es un artista de los trucos como Ronaldinho. Richarlison, a pesar de solo haber anotado siete goles con el Everton, en un año plagado de lesiones, es un anotador en todo su ser. Es también combativo y volátil, y ahora se alinea en el medio para la selección Olímpica de Brasil, que lidera el veterano capitán Dani Alves y el creador Matheus Cunha.

Richarlison ha dado señales de sus intenciones para el resto de la competición con una deslumbrante actuación frente a Alemania. Fue la reedición de la final de Río 2016, donde Neymar, con el número 10 en la espalda, llevó a Brasil a la conquista del único título internacional que le faltaba.

Se trata del primer triplete en la competición Olímpica de fútbol masculino en Tokio 2020, y posiciona a Richarlison como candidato a terminar como bota de oro.

Pero el fútbol es voluble. Un juego del mañana, como ha dicho Hurst, que ayudó a llevar una Copa del Mundo a los aficionados ingleses de nuevo en 1966. El mañana puede traer lágrimas de tristeza o gritos de alegría, y más.

Lo que depara el futuro para el nuevo número 10 de Brasil en Tokio todavía está por escribirse.

Y esa es la belleza del mañana.

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