Mirada al pasado: sangre en el agua

Los Juegos Olímpicos están llenos de campeones, récords e historias fascinantes, pero son también una enciclopedia increíble de momentos extraños, graciosos, emotivos y tristes. Nos adentraremos en ellos un poco cada semana para conseguir ponerle una sonrisa en la cara o una lágrima en la mejilla. Esta semana: sangre en el agua de Melbourne 

Erwin Zador, from the 1956 Hungary waterpolo team
(Imagen por Bryan Bedder/Getty Images para TFF)

Cuando comenzaron los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, Hungría ya era una potencia histórica en waterpolo. Esta selección había conseguido sistemáticamente medallas desde los Juegos de Ámsterdam 1928, entre las que se encontraban tres oros, en 1932, 1936 y 1952. La URSS también había sido una potencia en este deporte, pero fue el contexto político del partido lo que cambiaría todo drásticamente.

A comienzos de 1956, la Unión Soviética reprimió una manifestación estudiantil en Budapest, creando una relación extremadamente tensa entre los dos países. El equipo húngaro, que se estaba preparando para los Juegos en las montañas, pudieron oír los disparos que venían desde abajo, antes de verse obligados a llevar su preparación a Checoslovaquia por su propia seguridad.

El partido

Apenas un mes después en Melbourne, Hungría llegó a las semifinales de manera contundente, después de batir fácilmente a todos sus oponentes y de haber conseguido unos números impresionantes, con 20 goles marcados y solo tres en contra. Para el equipo soviético la primera ronda fue algo más que un reto, pero Petre Mshvenieradze estaba on fire, ya que había marcado nueve goles en cinco partidos. La expectativa de una semifinal memorable era real, pero las tensiones ya eran altas antes del inicio.

El capitán húngaro, Dezso Gyarmati, declimó dar la mano al capitán soviético. Esto fue una prueba de cómo sería el resto del partido. Hungría fue el más rápido de los dos equipos, y Gyarmati marcó pronto en este partido. En pocos minutos, los magiares se encontraban 4-0 arriba, dominando al equipo soviético. Sin embargo, la tensión en la piscina iba creciendo, con muchos intercambios de faltas y de golpes.

Imagen icónica

Cuando solo quedaba un minuto para el final, un golpe más tuvo el efecto de convertir el partido en una pelea a puñetazos. Valentin Prokopov golpeó a Erwin Zador en la mejilla y su sangre lo salpicó todo. Zador fue sacado de la piscina, y un fotógrafo tomó la instantánea de su cara ensangrentada. Esta se ha convertido en una de las fotografías más icónicas en la historia de los Juegos. Todo acabó con una afición furiosa, el partido cancelado y Hungría declarada ganadora.

El resultado

Unos días después, Hungría venció en la final contra Yugoslavia, con lo que consiguió retener el título que habría logrado en Helsinki 1952. La historia de este partido, plagado de resentimiento, se siguió contando y se convirtió en uno de los momentos más legendarios de los Juegos Olímpicos. Los medios llamaron a este encuentro 'sangre en el agua'. 50 años después se grabó una película sobre este partido. Esta, llamada Freedom’s Fury, se ha convertido en un clásico de culto. De hecho, Quentin Tarantino la proclamó la "mejor historia jamás contada".

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