El gol olímpico es casi una rareza en el fútbol, y por ello siempre que se marca uno, ocupa un lugar especial en la memoria del aficionado.
Un saque de esquina en muchas ocasiones puede acabar en un gol y son interminables las jugadas ensayadas de los equipos de cara a sacar el máximo provecho a ellos. Lo que no es tan frecuente es que directamente a balón parado y desde la esquina, el balón tome tal efecto que entre en la portería rival.
Los Juegos Olímpicos están, evidentemente, relacionados con el surgimiento del término.
Hay que remontarse a París 1924 -precisamente la última edición de los Juegos en la capital francesa antes de la de París 2024- para entender cómo surgió. En aquellos Juegos Olímpicos -que por aquel entonces también servían de Copa del Mundo-, Uruguay se convirtió en campeona olímpica en fútbol masculino.
Un mes después de la hazaña, Uruguay y Argentina se enfrentaron en dos partidos amistosos. El segundo, que tuvo lugar en Buenos Aires, fue el que cambiaría la historia del fútbol.
Era el minuto 15 de partido cuando el argentino Cesáreo Onzari botó un córner y coló el balón dentro de la portería charrúa... sin que nadie intercediera en su trayectoria.
Este fue el primer gol olímpico registrado y válido (ya que hasta entonces el reglamento no los contemplaba como tal). En aquel momento se llamó 'el gol de Onzari a los olímpicos', y posteriormente pasó a ser -por simple acortamiento de la frase- gol olímpico.
"Por homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía se llama así, las pocas veces que ocurre. Onzari pasó todo el resto de su vida jurando que no había sido casualidad. Y aunque han transcurrido muchos años, la desconfianza continúa: cada vez que un tiro de esquina sacude la red sin intermediarios, el público celebra el gol con una ovación, pero no se lo cree", escribió el famoso escritor Eduardo Galeano en su libro 'Fútbol a sol y sombra' de 1995.
¿Cuántos goles olímpicos se han visto en grandes competiciones?
Goles olímpicos en la Copa del Mundo
No por la incredulidad de la que escribía Galeano, sino por la complicada ejecución (y la valentía que supone para el jugador), los goles olímpicos no han sido muy frecuentes en la historia de las Copas del Mundo.
El primer (y único) gol olímpico registrado en un Mundial de fútbol masculino lo anotó el colombiano Marcos Coll en la Copa del Mundo de la FIFA de Chile 1962.
Con su tanto olímpico, Coll ayudó a Colombia a lograr el empate definitivo a cuatro goles en su partido de primera ronda ante la Unión Soviética. Y no se lo hizo a cualquiera. El arquero de la Unión Soviética era en aquel momento Lev Yashin, considerado entonces como uno de los mejores guardametas del mundo. Aunque Coll nunca lograra ser olímpico, Yashin sí que lo fue: ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956.
Goles olímpicos en los Juegos Olímpicos
Medio siglo más hubo que esperar para que el gol olímpico llegara al escenario que le había dado el nombre.
Londres 2012 fue testigo del primer gol olímpico en unos Juegos Olímpicos, y lo consiguió una experta en este tipo de tantos: la estadounidense Megan Rapinoe.
Una de las mayores estrellas en la historia del fútbol femenino no solo sabe lo que es ganar dos Copas del Mundo (2015 y 2019) y dos medallas olímpicas (oro en Londres 2012 y bronce en Tokio 2020, en 2021), sino también marcar la diferencia, y hacerlo con estilo.
De todos los goles válidos y oficiales registrados en la historia de los Juegos Olímpicos, solo dos han sido olímpicos. Y ambos tienen a Rapinoe como autora.
El primero llegó en Londres 2012, cuando Old Trafford fue el escenario de una intensa semifinal entre Estados Unidos y Canadá, que acabó 4-3 para el equipo de Rapinoe, que a la postre se convertiría en campeón olímpico.
La medalla de bronce de Estados Unidos en Tokio 2020 también estuvo decorada con otro gol histórico de Rapinoe. Mientras en fútbol olímpico masculino ningún jugador haya anotado nunca un tanto olímpico, Rapinoe ha convertido dos. En los Juegos de Japón su tanto fue tan decisivo como su gol olímpico de Londres 2012, ya que lo materializó en el partido por la medalla de bronce, donde Estados Unidos superó a Australia (3-4) para subir al podio.