En los últimos cien años, el salto de esquí ha evolucionado enormemente, con nuevas técnicas de salto que permiten a los atletas alcanzar distancias aún mayores.
Orígenes noruegos
El origen del salto de esquí se remonta a Ole Rye, que saltó 9,5m en 1808. El noruego Sondre Norheim es considerado el padre del salto de esquí moderno. En 1866, ganó la que se considera la primera competición mundial con premios de salto de esquí, celebrada en Ofte, Høydalsmo (Noruega).
Grandes pioneros
Después de la 1ª Guerra Mundial, Thulin Thams y Sigmund Ruud desarrollaron un nuevo estilo de salto conocido como la 'Técnica Kongsberger'. Esta técnica consistía en saltar con la parte superior del cuerpo doblada a la altura de las caderas, inclinándose hacia adelante y con los brazos extendidos hacia el frente, manteniendo los esquís paralelos entre sí. Con esta técnica, el austriaco Sepp Bradl se convirtió en el primero en saltar más de 100 metros, al alcanzar los 101 metros en 1936.
Nuevas técnicas
A mediados de la década de 1950, el saltador suizo Andreas Daescher se convirtió en el primer saltador que mantenía los brazos hacia atrás, pegados al cuerpo, mientras realizaba una inclinación más pronunciada hacia delante. Más tarde, en 1985, el saltador sueco Jan Bokloev comenzó a separar las puntas de sus esquís en forma de "V". Esta técnica que al principio fue ridiculizada, tuvo tanto éxito que en 1992 todos los medallistas olímpicos utilizaban esta forma de salto.
Historia olímpica
El salto de esquí ha estado presente en los Juegos Olímpicos de Invierno desde los primeros Juegos celebrados en Chamonix-Mont-Blanc, en 1924. La competición de trampolín normal fue incluida en el programa olímpico de los Juegos de Innsbruck 1964. A partir de 1988, se añadió el evento por equipos como tercera competición.