Derlys Ayala y un maratón que lleva grabado en la piel
En unas horas (18:00 del 7 de agosto en Asunción) se disputa el maratón masculino, una de las últimas pruebas antes de cerrar el telón de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En este evento competirá Derlys Ayala, una referencia en Paraguay y que comenzó a correr solo por llevarle las cartas a sus tías y visitar a su abuelo
Desde unos orígenes humildes, Derlys Ayala ha llegado al escenario más prominente de todos. El atleta de Paraguay está a horas de correr en sus segundos Juegos Olímpicos, en Tokio 2020, donde el maratón masculino tendrá lugar este domingo, 8 de agosto, a las 07:00 de Japón (sábado, 7 de agosto, a las 18:00 hora de Asunción).
Ayala tiene grandes recuerdos de los Juegos Olímpicos. En Río 2016 protagonizó uno de los momentos más recordados del maratón, y una muestra de Olimpismo puro. Aunque todavía no ha corrido en Tokio 2020, ya lo lleva en la piel.
Pero su camino a los Juegos ha sido una carrera de larga distancia en sí misma, una con inicios humildes que no hubiera tenido lugar de no ser por hacer de cartero de la familia y del profundo deseo de visitar a su abuelo.
"Yo era el más querido de la familia porque me iba a la despensa y volvía corriendo rápidamente. Y en aquel tiempo, cuando yo tenía unos 9 años, mis tías vivían separadas y se mandaban cartas. ¿Quién era el cartero? Yo. Y por el camino intentaba leer la carta a contraluz. En esos momentos no había celulares. Una vez me regalaron una bicicleta y dije: 'Al fin mejoró mi vida. Ya no voy a tener que ir corriendo'. En la primera salida me sale un perro, le choco, me caigo y me rompo la cabeza. Tengo una cicatriz gigante en la cabeza. Fui al hospital, y cuando volví a casa, vi la bicicleta colgada de un árbol, así que tuve que volver a correr. El ciclismo no iba a ser lo mío", relata sobre sus primeras zancadas Ayala, en una entrevista con Tokio 2020.
Hubo un momento en el que todo cambió aún más y que determinaría su carrera.
"Yo tenía un tío que corría con esos shorts cortitos y yo le decía que nunca me iba a poner eso. A mí me encantaba ir a casa de mi abuelo, que estaba a 60 kilómetros. Mi tío me dijo que participara en una carrera y, si ganaba, me daba el dinero para comprar el pasaje para ir a casa de mi abuelo. Si no me hubiera dicho eso, no sé dónde habría estado hoy en día. Pero ese día tenía ese premio así que corrí y gané esa carrera, con 12 años. Esa noche dormí con mi short puesto y con mi trofeíto, que lo sigo teniendo. Así empezó el atletismo en mi vida".
He llegado incluso a vender mis premios para poder sobrevivir
"Dos meses después me fui a otra carrera y me ganó una chica y me decepcioné". Así que Ayala dejó el atletismo hasta que, un año después, participó de nuevo en la competencia anual 3 de Febrero en su ciudad. "Volví a correr y volví a ganar. Y ahí ya empezó a gustarme. La gente encargada del atletismo en Ciudad del Este me llevó a una competencia nacional, donde perdí y quedé último. Lloré. Me fui a Ciudad del Este y entrené para volver allí al año siguiente, entonces batí el récord nacional sub 15", recuerda.
Y a partir de entonces todo fue rodado.
Más o menos.
"Fui a carreras en las que tenía que ganar sí o sí para conseguir el dinero del pasaje de vuelta. Si no ganaba, no volvía a casa. Siempre he sido un optimista. He llegado incluso a vender mis premios para poder sobrevivir", relata.
A los 15 años se fue a la capital y emprendió una carrera de larga distancia en el atletismo, aunque al maratón recién llegaría a finales de 2015.
El compañerismo en Río 2016
Todos los esfuerzos que hizo para dedicarse al atletismo valieron la pena, con especial énfasis cuando dio sus primeros pasos en los 42 kilómetros y en su segunda carrera hizo la marca mínima. Derlys Ayala clasificó para los Juegos Olímpicos de Río 2016. Acabó el maratón en el puesto 136º, pero llegó a meta por la puerta grande.
"No me fue muy bien en Río porque me lesioné antes de ir. Yo estuve con Federico Bruno (maratonista argentino), que se lesionó en la carrera, con calambres. Y yo me quedé a ayudarle. No dudé un solo segundo en hacerlo. Nos quedamos juntos desde el kilómetro 38. Cruzamos la meta juntos. Fue un momento emotivo porque yo sabía que no iba a subir puestos, pero yo siempre digo que el Olimpismo es el compañerismo. Las medallas quedan en una vitrina, pero los amigos son los que van a estar presentes", asegura.
Desde entonces, Ayala ya tenía el objetivo de Tokio 2020 en la cabeza. "Teníamos que cruzar la meta para ser Olímpicos, y en cuando lo hice ya tenía la meta de ir a Tokio y de intentar hacer top diez en Japón. Y ese es mi objetivo ahora, es mi sueño. Pero si cruzo la meta y siento que lo he dado todo, estaré feliz".
Recuerdos grabados en la piel
En septiembre de 2019, el atleta paraguayo consiguió su plaza para Tokio 2020, sus segundos Juegos. En las dos ocasiones, se tatuó el nombre de los Juegos Olímpicos nada más lograr la clasificación.
"Un deportista cuando obtiene su clasificación vive uno de los momentos más felices de su vida. Fueron esos momentos los que yo me tatué. Yo soy más feliz cuando clasifico que cuando voy a los Juegos. Es lo máximo que uno puede sentir y no duermes en tres o cuatro días", explica el maratoniano, que consiguió el billete tras ganar el Campeonato Sudamericano de 2019, en el que estableció un nuevo récord nacional de Paraguay (2:10:31).
La marca ya no sigue vigente, pues la volvió a bajar el año pasado en Valencia, el lugar donde su carrera como maratonista había empezado, a 2:10:11.
Tras lograr el billete, y cuando se movió la fecha de 2020 a 2021, Ayala quiso hacer una pequeña broma en sus redes sociales, bajo el texto "Alguien que me ayude a poner 2021".
Nunca se quitó el tatuaje. Y ahora está cumpliendo eso que lleva grabado en la piel. "Por suerte no cambié", bromea en redes sociales, desde Japón.