Carlos Llavador y el regreso de la esgrima española a unos Juegos Olímpicos
Carlos Llavador será el primer tirador de español que compita en unos Juegos Olímpicos desde Pekín 2008, donde José Luis Abajo ganó el bronce en espada. Su camino hacia Tokio 2020, en 2021, ha pasado por Italia, donde entrena con la gran potencia mundial de la esgrima
Carlos Llavador (Madrid, 1992) reconoce que ha aprendido a valorar la medalla de bronce de José Luis Abajo en Pekín 2008 cuando le ha tocado a él seguir sus pasos. Ser el primer tirador Olímpico español en 13 años, llegar a la élite en un deporte minoritario en esta nación y con menos recursos que otros, requiere una determinación especial que él ha demostrado en su carrera.
Y si alguna vez le faltó, confiesa, allí estaba su entrenador del equipo nacional de esgrima, Jesús Esperanza, para recordarle el camino que había recorrido y el que aún tenía por delante. Fue Esperanza (y no podría apellidarse de otra forma) quien le animó a marcharse a Italia, la gran potencia mundial (125 medallas Olímpicas), para darle un impulso a su formación y quien se ofreció alguna vez a costearle los gastos para poder competir.
Llavador competirá por primera vez en unos Juegos en Tokio 2020, aunque en realidad será su segunda experiencia Olímpica. El floretista madrileño ya vivió desde dentro la competición de Río 2016, donde estuvo como sparring del equipo inglés. Allí vio en persona a su compañero de piso, el brasileño Guilherme Toldo, ganar un diploma Olímpico en florete masculino, y a uno de sus compañeros de entrenamiento, el italiano Daniele Garozzo, conquistar el oro.
"Fue una locura verlo en directo. Ver lo que habían sufrido, ver a mi entrenador llorando... Me sentí parte de esa victoria. Cuando le vi ganar, pensé, ‘ojalá estar ahí y ser él’", recuerda.
En una conversación con Tokio 2020, José Luis Abajo, bronce Olímpico en la modalidad de espada y que hoy es presidente de la Federación Española de Esgrima, asegura que ve a Carlos Llavador en un momento de su carrera muy similar al que pasaba él cuando llegó a Pekín 2008. Con 29 años, en su plenitud deportiva, con experiencia suficiente y después de haberlo refrendado con éxitos internacionales. El bronce en el Mundial de 2018, o el oro en la Copa del Mundo de El Cairo en 2020.
"Ese hormigueo, esas mariposas en el estómago que sientes en una competición, no se van, y menos en unos Juegos Olímpicos, que es la competición más grande, pero le veo preparado para demostrarlo en Tokio 2020", asegura Abajo.
Un sueño que empezó en el colegio
¿Cómo se empieza en la esgrima? Porque no es un deporte que esté en el patio del colegio o en la calle, y apenas puede verse por televisión.
Empecé por casualidad. Con siete años había empezado a practicar hockey hierba, y con ocho, en la clase de Educación Física nos llevaron a probar al club de esgrima que había cerca de nuestro colegio. Fue probarlo y me enamoré. Estuve compaginando los dos deportes hasta que a los 13 me dediqué sólo a la esgrima.
¿Qué le hizo decidirse por la esgrima?
Aunque eran dos deportes bastante minoritarios, la diferencia fue sobre todo que en esgrima viajábamos por toda España para participar en las competiciones y en hockey, en esas categorías todavía no existían los Campeonatos de España y no se viajaba, eran todo competiciones regionales. Al final poder ir a campeonatos, a veces de una categoría por encima y con gente mayor... Todos esos estímulos te motivaban todavía más para elegir la esgrima.
¿Qué significó para usted ver a José Luis Abajo ganar la medalla de bronce en Pekín 2008?
Lo que nos pasa un poco en esgrima es que tenemos tan pocas noticias que no sabes en qué están compitiendo los mayores, qué torneos hay o cómo funciona todo hasta que te toca a ti. Recuerdo haberlo oído en la radio, pero no le di la importancia que tuvo. Yo era pequeño. Ahora que estoy realmente ahí y luchando por buscar una medalla en los Juegos, me doy cuenta de que fue un hecho histórico. La única medalla española que ha habido en esgrima.
Aprender en Italia, la potencia mundial de la esgrima
Usted ahora entrena en Frascati, Italia, una potencia de este deporte. Se mudó por primera vez en 2015 y volvió en 2018. ¿Cómo surgió la idea de ir a entrenar allí?
Surgió de la mano de mi entrenador en el equipo nacional, Jesús Esperanza en ese momento. Vimos que era muy difícil encontrar un buen grupo de entrenamiento y nos faltaba un poco de ritmo de competición, así que decidimos dar el paso de ir a Italia, que es el país con más medallas Olímpicas [125 en total, 49 de oro] y siempre están en el podio en todas las competiciones.
Yo conocía a un amigo brasileño que por entonces estaba viviendo en Italia y se lo comenté a él para compartir piso. Él me facilitó un poco las cosas, me puso en contacto con los entrenadores de aquí, y la verdad es que desde que me mudé por primera vez me han tratado muy bien.
Coincide entonces con el campeón Olímpico de florete en Río 2016, Danielle Garozzo, y con el equipo que fue cuarto.
Sí, todos los tiradores con los que entreno tienen medallas en campeonatos de Europa, del mundo y hasta campeones Olímpicos. Es un grupo muy fuerte, no solo Garozzo. Cualquiera de los que están aquí tiene un nivel altísimo.
¿Dónde nota más el cambio entre España e Italia?
Lo noto, primero en la profesionalidad. Todos son profesionales, tienen su sueldo y viven de esto. No se pregunta a la gente si va a entrenar porque das por seguro que entrena cada día. Eso por ejemplo en España no pasaba, porque nosotros teníamos que estudiar, y cuando terminábamos los estudios, trabajar. Entonces al final ibas cuadrando los horarios. Aquí tenemos horarios de entrenamiento todos los días de lunes a viernes y algunos sábados.
Y luego en la intensidad de los asaltos. Aquí cada asalto es a muerte. Nadie quiere perder. Todos somos bastante picados y se montan buenos asaltos, así que luego la tensión de la competición no la sientes tanto porque aquí la sufres cada día. Estás más acostumbrado.
¿Nota entonces esa exigencia diaria cuando tiene que competir?
Sí, porque la gente usa todas las armas que luego usa en competición. Intentar parar el asalto, sacarte del asalto diciéndote algo, parándolo para ir a cambiar algo, tomándose mucho tiempo entre tocado y tocado... Al final todo eso luego se extrapola a la competición. Ya sabes por qué lo están haciendo, qué están buscando, y cortas para que no te saquen del asalto.
El camino hacia Tokio 2020
En este ciclo Olímpico ganó un bronce en el Mundial de 2018 y el oro en la Copa del Mundo de 2020. ¿Hubo algún momento en que pensó ‘ahora sí estoy preparado’?
Cuando conseguí las medallas de bronce en el Campeonato de Europa de 2015, tanto sub 23 como sénior, no tenía una progresión, una estabilidad de resultados. Tenía resultados muy buenos, pero también muy malos. A partir de 2018, que fui tercero en el Campeonato del Mundo, ya conseguí esa estabilidad. Siempre resultados que estaban cerca de las medallas o por lo menos en la pelea.
Cuando empezó la clasificación para Tokio 2020 quedé entre los 16 primeros en el Mundial, en el Europeo, luego quedé entre los 8 primeros de la Copa del Mundo y ya cuando gané en El Cairo por puntos estaba casi hecho. El rendimiento y los resultados iban en la misma dirección.
Y justo cuando iban a disputar la última competición, en marzo de 2020, se cancela todo. ¿Cómo lo vivió?
Faltaba la última competición clasificatoria. Para nosotros son 10 competiciones, habíamos hecho nueve, y ya estábamos en Estados Unidos, pero el día de antes nos dijeron que no podíamos competir por el coronavirus. Había gente que no había podido viajar, la situación era seria y teníamos que volver a nuestros países cuanto antes porque estaban cerrando las fronteras.
Después de volver a España eran todo incertidumbres. No sabíamos qué iba a pasar, cuándo se iba a competir... Fue una agonía. Estuvimos 13 meses sin competición internacional. Y aun así hemos tenido una [la última prueba puntuable en Doha] y ya no vamos a tener ninguna hasta los Juegos. Así que vamos a tener una sola competición internacional en un año y medio.
¿Y cómo entrena un tirador de esgrima confinado en casa?
Pues a nivel específico no pudimos trabajar mucho, porque al final en esgrima necesitas dos personas y una pista, y era inviable. Pero sí trabajamos mucho físico. Trabajamos la flexibilidad. Hicimos trabajos de visualización y concentración con el psicólogo, y con los maestros hicimos análisis de vídeo, tanto míos como de los rivales, para ver qué hacíamos bien, qué no, y cómo podía planificar los asaltos en función de con quien tirara.
¿Y cómo está supliendo ahora esa necesidad de competir?
Aquí hemos intentado mantener esa competitividad montando competiciones entre los que estamos, que al final somos unos 25 ó 30. Y son competiciones con muchísimo nivel, así que por lo menos estamos consiguiendo replicar un poco esas sensaciones.
Siempre me vi con posibilidades de llegar hasta aquí.
Por eso insistí y busqué los medios para seguir
Suspense en una habitación de hotel
En la última prueba puntuable, en Doha, perdió en segunda ronda y ya no dependía de sí mismo. ¿Cómo vivió esa espera?
Pues sufrí bastante y fue larga además, porque la competición normalmente es en dos días, pero aquí se alternó un día de chicos, que fue cuando me eliminaron, luego otro de chicas, y por último las eliminatorias, así que duró mucho más que una competición normal. Lo pasé bastante mal, porque además no podíamos salir de la habitación del hotel. Se me cerró el estómago y no podía comer nada. No quería interactuar con nadie hasta saber el desenlace.
Entiendo entonces que no podía estar de público. ¿Cómo seguía el torneo?
Por suerte o por desgracia podíamos verlo en directo por YouTube, y desde que me levanté a las ocho de la mañana empecé a verlo. Y encima, aunque en principio mi situación no era tan dramática, lo acabó siendo. Yo solo me la jugaba contra dos tiradores de 200 y los dos iban pasando rondas. Ninguno perdía. Y otra vez. Y otra vez... Fue mucha angustia.
¿Cómo se sintió cuando por fin logró el billete? ¿Cómo lo pudo celebrar?
Yo estaba viendo el último asalto y justo cuando el japonés metió el último tocado se encendieron las dos luces. Para mí la acción no era dudosa pero el árbitro fue al vídeo para asegurarse y yo no quería celebrarlo, aunque mis compañeros ya venían gritando por el pasillo. Ya cuando levantó la mano gritamos, nos tiramos unos encima de otros y poco más, porque, como estábamos en Doha, solo podíamos beber agua con gas. Hablé con todos mis amigos, con el presidente [Abajo], con todos los maestros que me han estado apoyando durante todos estos años y recordando todos los momentos duros que hemos pasado.
¿Pensó en los sacrificios hasta llegar aquí?
Yo siempre me he visto con posibilidades. De ahí mi insistencia en buscar medios para seguir. Ya no solo yo, sino que veía que mi entrenador creía que tenía posibilidades, que tenía talento y que podía llegar lejos. Incluso muchas veces me ha dicho, ‘mira, si no tienes dinero para una competición te lo pago yo’. Claro, yo no quería, pero ver un entrenador del equipo nacional que está tan seguro de lo que dice y que te lo transmita, hizo que me lo creyera más, y que viese que tenía posibilidades.
La esgrima Olímpica en Tokio 2020
Cuándo se disputa: el torneo Olímpico de esgrima de Tokio 2020 se celebrá del 24 de julio al 1 de agosto de 2021. La competición de florete individual masculino, donde compite Carlos Llavador, tendrá lugar el 26 de julio.
La sede: los eventos de esgrima de Tokio 2020 se disputarán en el Makuhari Messe Hall, ubicado en la ciudad de Chiba.
Saber más: Tokio 2020 serán los primeros Juegos en los que se disputarán las 12 pruebas del programa de esgrima. Hombres y mujeres compiten cada uno en seis pruebas, divididas en equipos o individual, y en las tres armas utilizadas: espada, sable y florete. En la modalidad de florente, el vigente campeón Olímpico Daniel Garozzo lidera un fuerte equipo italiano de florete (Alessio Foconi, Andrea Cassara), que parte como favorito a las medallas. Aquí tiene nuestra guía con todo lo que necesita saber sobre la esgrima Olímpica en Tokio 2020.