La otra vida del esquiador de fondo mexicano Antonio Pineyro
Los olímpicos son algo más que deportistas. Más allá de clasificar a los Juegos Olímpicos de Invierno, de subir a lo más alto o de aprender nuevos trucos, muchos atletas hispanohablantes compaginan el deporte con otras realidades igual de inspiradoras. Conoce en esta entrega la otra vida de Antonio Pineyro, de México.
Hace ya ocho años que el mexicano Antonio Pineyro se marchó a Japón para estudiar la carrera de Relaciones Internacionales. Fue allí donde conoció la nieve y por extensión su deporte, el esquí de fondo, con el que espera llegar algún día a los Juegos Olímpicos de Invierno.
Es un camino que empezó en solitario allá por 2015, pero en el que ha encontrado mucha gente que le ha dado “su tiempo, su paciencia y sus secretos”. Allí conoció a Masashi Abe, campeón olímpico en combinada nórdica en Lillehammer 1994, y a través de él a atletas de la selección japonesa de esquí de fondo como Ishida Masako o Keishin Yoshida.
“Hemos hecho amistad y a veces entreno con ellos”, apunta en una entrevista con Olympics.com. “Son mis maestros, porque me han enseñado mucho. El estilo clásico, la técnica, el entrenamiento, las ceras... Fue mucho avance comenzar con esos consejos. Sería mucho mejor si fuera algo continuo, pero cuando nos encontramos me dan su tiempo y me ayudan”.
Y ahora, el sueño olímpico. México ya tiene confirmada su presencia en esquí de fondo para Beijing 2022. El resultado de Jon Soto Moreno en el Mundial de 2021 abrió una cuota olímpica para la selección tricolor, pero el buen hacer de Pineyro en la última temporada también le permite aspirar a ocupar esa plaza.
Son parte de esa particular selección de México, que tiene a más de una veintena de esquiadores de fondo repartidos por todo el mundo. De hecho, el pasado mes de julio, la Federación Mexicana de Esquí organizó en Austria su primera concentración anual para hacer grupo.
“Al final no he estado solo, porque siempre ha habido alguien”.
Su vida deportiva
Antonio Pineyro llegó a Japón en 2013 para estudiar en la Akita International University. En esta prefectura, situada en el norte de Honshu, la isla principal del archipiélago nipón, hay abundante nieve en diciembre, y allí comenzó su amor por los deportes de invierno.
Pineyro empezó a practicar esquí de fondo ocasionalmente en 2015, y su progresión le animó a emprender una carrera deportiva. En 2017 contactó con la Federación Mexicana y comenzó a competir internacionalmente. Y aunque era un poco tarde para luchar por una plaza en PyeongChang 2018, sirvió de aprendizaje para este ciclo olímpico.
Como el Mundial de 2019, celebrado en Austria. “Fue la primera vez que México participó en los Mundiales [de esquí nórdico], y una de las primeras ocasiones en las que pude hacerme una idea de cuál es el nivel olímpico”.
En definitiva, el nivel que necesita alcanzar para llegar algún día a unos Juegos Olímpicos de Invierno y una Copa del Mundo, su otro sueño. Y el motivo por el que no planea su calendario en función de los puntos que pueda conseguir (los esquiadores deben tener menos de 300 puntos FIS para ser seleccionables), sino de los rivales a los que pueda enfrentarse para seguir creciendo.
“Me gusta competir contra países fuertes. Finlandia, Rusia, Noruega... Enfrentarme a los mejores, ir a lugares en los que pueda aprender, aunque sea mucha demanda de mi cuerpo y de mí, porque mi meta es también estar alguna vez en la Copa del Mundo”.
Prueba del crecimiento de los dos últimos años es su actuación en el Mundial del pasado mes de febrero, aunque no pudiera darle otro billete olímpico a México, y los resultados de la última temporada, que le mantienen aún en la lucha por estar en Beijing 2022.
Su vida personal
“A veces me gustaría poder dividirme en no sé cuántas partes”, confiesa Antonio Pineyro a Olympics.com. Y no es para menos. Actualmente, el esquiador mexicano estudia una maestría en redes sociales y comercio electrónico, trabaja a media jornada como repartidor de comida y entrena para buscar un billete a los Juegos Olímpicos de Invierno.
¿Cómo lo consigue? Arañando las horas como puede.
“En el trabajo, como puedo organizar mi horario, no hay problema. Y repartir comida al menos me ayuda a hacer bicicleta y estar activo, porque entre la escuela, la maestría y entrenar, a veces ha sido difícil”, explica. La clave, apunta, ha sido saber organizarse.
Con frecuencia esas múltiples vidas se entremezclan. Por ejemplo, durante el año que pasó en Rusia como estudiante de intercambio, conoció a esquiadores de fondo como Alexander Panzhinskiy, plata olímpica en Vancouver 2010, o Andrey Parfenov, tres veces podio en carreras de la Copa del Mundo.
Además, desde que comenzó la pandemia su universidad imparte las clases on-line, por lo que tiene más libertad para moverse. “Mientras tenga internet y un ordenador, puedo tomar clase y hacer mis trabajos”.
Y al mismo tiempo, seguir luchando por el sueño olímpico.