Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 se conocen como los Juegos del cambio.
Fueron los Juegos Olímpicos más universales hasta ese momento y congregaron a 9.356 atletas de 169 países diferentes. También marcaron el fin del amateurismo y la selección de atletas profesionales. Esto se notó especialmente en baloncesto, con el Dream Team como estandarte, con jugadores legendarios de la NBA como Michael Jordan, Charles Barkley y Earvin 'Magic' Johnson.
Pero el Dream Team no fue el único equipo que asombró al mundo. En balonmano, una selección que nadie esperaba al más alto nivel llegó al podio: apodados los Bronzés, los jugadores de balonmano franceses escribieron una auténtica historia en España, entrando en la leyenda de su deporte.
Jackson Richardson, excapitán de Les Bleus, leyenda en España tras su paso por el Portland San Antonio de Pamplona, con el que ganó la Champions League en 2001, y elegido como mejor jugador del mundo en 1995, ha recordado en una entrevista exclusiva con Olympics.com aquella primera medalla internacional del balonmano francés.
La epopeya inesperada de los Bronzés
En cada hecho histórico hay unos pioneros detrás.
En el caso del gran libro del balonmano francés, los que allanaron el camino fueron los Bronzés.
El 27 de julio de 1992, la selección de Francia se enfrentaba a España, país anfitrión y una de las mejores selecciones de balonmano del momento. Pero durante el partido, algo hizo clic. Al final de un partido físico, Les Bleus jugaban de tú a tú a los Hispanos. Llegados sin grandes ambiciones a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, los franceses sorprendieron a España nada más entrar en la competición con una victoria por 18-16, en la que se dieron cuenta de su potencial.
Sin presiones ante los Juegos, los Bronzés derrotaron a Alemania, Egipto y Rumanía, y llegaron a las semifinales en su primera aparición en un torneo olímpico.
"En ese momento, éramos como niños. Ver los Juegos Olímpicos por primera vez fue grandioso", cuenta Jackson Richardson, el jugador con más partidos internacionales en la historia del balonmano masculino con 417 partidos internacionales.
Los dieciséis azules se tiñeros el pelo de rubio, algo que fue significativo y casi fundacional en un grupo tan unido y solidario en el vestuario.
En semifinales, los franceses, entonces entrenados por Daniel Costantini, no consiguieron llegar a la final olímpica, tropezando ante la gran Suecia (22-25). Aunque estaban fuera de la final, tenían una última misión en los Juegos: la medalla olímpica de bronce.
Les Bleus se enfrentaron a Islandia, la otra sorpresa del torneo, en el partido por el tercer puesto. En juego, una primera medalla olímpica para el balonmano francés. Una vez más, los franceses hicieron de una historia una leyenda.
Como gran artífice de esta medalla, Jackson Richardson dice para Olympics.com: "Logramos estar concentrados en nuestro objetivo y eso nos permitió obtener esta medalla porque nos dijimos que no estábamos para jugar, sino para ganar".
Al final de la competición, el grupo de amigos que descubrió los Juegos se fue con el bronce tras un torneo en el que Laurent Munier, Denis Lathoud y Frédéric Volle anotaron 26, 25 y 23 goles, respectivamente.
Han pasado más de veinte años desde los Juegos Olímpicos de 1992, pero los recuerdos siguen presentes en Jackson Richardson. Incluso cuando piensa que podrían haberse ido con otra medalla.
"Como era nuestra primera vez, no llegamos más lejos. Nos faltaba experiencia", explica.
Pero incluso sin llegar a la final, un sentimiento le embriaga a Richardson cuando piensa en aquel equipo francés: el orgullo.
"Nosotros, el balonmano en general, estábamos muy orgullosos porque fue la primera medalla del balonmano francés y la logramos en nuestros primeros Juegos".
El legado de Les Bleus de 1992
Veinte años después, la selección francesa se ha convertido en la nación más laureada en balonmano masculino: tres títulos olímpicos en Beijing 2008, Londres 2012 y Tokio 2020, seis títulos mundiales y tres títulos europeos.
Esto era difícil de imaginar en los Juegos Olímpicos de 1992, cuando Francia estaba considerada como la 'Cenicienta' del torneo. Pero ese fue el legado de los Bronzés: llevar el balonmano francés a otro nivel.
Para Jackson Richardson esta medalla "facilitó" a Francia adaptarse a los Juegos Olímpicos siguientes. A partir de entonces, los Bronzés se convertirían en los Barjot y se proclamarían subcampeones mundiales en 1993 y luego campeones mundiales en 1995.
Sin embargo, Jackson Richardson nunca sería campeón olímpico, al caer en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y en los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Aunque fue abanderado en Atenas 2004, nunca vio a los Bleus ganar el oro olímpico y terminaron quintos en aquella edición en Grecia.
"En 2004, teníamos demasiada confianza y eso nos sirvió de lección. Como dicen, volver a la tierra también nos permite dar un paso atrás para poder avanzar más rápido".
A partir de ese momento, Francia comenzaría un reinado casi indiscutido en el balonmano masculino, ganando tres títulos olímpicos en 2008, 2012 y 2020 y una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río en 2016. La generación de Nikola Karabatic y Luc Abalo, apodada les Barjots, les Experts, les Indestructibles, dominaría en este deporte como ninguna nación lo ha hecho antes.
Una generación que le debe mucho al equipo liderado por Jackson Richardson. "Lo más importante es que las otras generaciones lograron conseguir la medalla de oro que nos faltaba. Fue en Pekín y eso fue pura felicidad, como decirte a ti mismo que mi deporte tiene la posibilidad de vivir grandes momentos, como los que estamos viviendo actualmente", concluye Jackson Richardson, con una sonrisa que vale todo el oro del mundo.