Colby Stevenson: cómo tocar el cielo a través del esquí acrobático después de un grave accidente de coche

Los médicos dieron a Colby Stevenson, rival del español Javier Lliso en la final de big air de esquí acrobático, pocas posibilidades de volver a competir después de que un crítico accidente en 2016. Ahora, en su debut olímpico, el estadounidense de 24 años habla en exclusiva para Olympics.com sobre su nueva pasión por las pequeñas cosas de la vida.  

9 minPor Jonah Fontela
USA's freeskier Colby Stevenson
(2021 Getty Images)

Era noche profunda, en las horas de las canciones de cuna. Colby Stevenson estaba conduciendo en una carretera silenciosa en la parte más rural de Idaho "cuando de repente: boom". Recuerda aquel momento en 2016, cuando todo estuvo a punto de acabarse. "Me desperté en una cama de hospital con mis seres queridos a mi alrededor".

"No sabía lo que había pasado".

Había sido catastrófico. Después de conducir 800 kilómetros desde un evento de esquí en Mount Hood, Oregón, donde había ganado por haber hecho el mejor truco y había sido condecorado como el mejor esquiador de la semana, justo en el momento en que estaba desarrollando lo que él llama "el mejor esquí de su vida", los párpados se le empezaron a cerrar mientras conducía por la carretera. Su compañero, John Michael Fabrizi, iba sentado en el asiento del pasajero y se había roto la pierna en el evento. El todavía adolescente Stevenson, un chico sensible, se ofreció a llevarle a casa porque iban en la misma dirección, hacia Utah.

El accidente, del que Fabrizi salió milagrosamente ileso, dejó la vida de Stevenson pendiendo de un hilo. El automóvil dio varias vueltas de campana y el techo del coche se rompió. La consecuencia: más de 30 fracturas craneales, la más profunda entre sus cejas. La hinchazón de su cerebro hizo a los médicos dar un diagnóstico pesimista y le indujeron al coma por tres días. Tenían serias dudas que el atleta se pudiera recuperar plenamente.

¿Hasta qué punto estaba mal?

Había que esperar a saber hasta qué punto estaba dañado el cerebro de Stevenson. La gran pregunta no eran si iba a remontar y a girar sobre sí mismo de nuevo sobre la nieve sino, más bien, cuánto quedaría de él.

El accidente fue en el día de la madre y, cuando Stevenson se despertó, vio a su madre, Carol, al lado de su cama. Él se disculpó por las molestias causadas en su día. "Ella había estado en Hawaii, de vacaciones", recuerda para Olympics.com. "Me daba pena que se hubiera tenido que volver".

"En ese momento es cuando su familia se dio cuenta de que yo todavía era yo mismo", añade Stevenson, que sufrió ocho milímetros de hinchazón en el cerebro, exactamente la línea que divide una recuperación plena de permanecer con daños irreversibles en el cerebro. "Ellos supieron entonces que yo estaba bien, que yo era todavía yo mismo".

A aquel momento de breve optimismo y alivio porque el Stevenson energético y compasivo aún estaba ahí, le siguieron muchos meses de dolor.

"Las primeras dos semanas en el hospital las recuerdo como en nebulosa", dice. "Estaba completamente medicado, en cama todo el tiempo, ya sabes, se me había roto la cabeza en muchas partes".

La depresión: el dolor real

Después de aquello, volvió a su casa en Park City (Utah) con una enorme cantidad de medicamentos que tenía que tomar cada día y con su madre a su cargo. Ahí fue donde empezó el verdadero pánico. "Cuando llegué a casa fue cuando me deprimí". Se acuerda de su madre, deshaciendo el vendaje y volviendo a curar la herida en medio de su frente. "Mi cráneo se veía fatal y había una inmensa herida abierta. Era difícil mirarme en el espejo y tenía muchos remordimientos".

"Pensé que todo se había acabado".

Pero no, quedaba mucho más. De la noche a la mañana pasó de ser un héroe de los deportes, volando sobre las pistas de slopestyle, a ser un paciente que no salía de la cama nada más que para ir al baño en dolorosísimos paseos. "El dolor era como el de cuando uno se rompe un hueso, pero en la cabeza. Me dolía todo el tiempo".

Las ascuas de un posible retorno - por más improbable que fuera - se mantuvieron encendidas. Su amor por el deporte y por montar sobre sus esquíes desafiando la gravedad era profundo. "Después del accidente pensé que trataría de retomar mis capacidades hasta donde pudiera". "No tenía un plan B", admite Stevenson, que ahora tiene 24 años y está entre los riders más veteranos del equipo estadounidense de esquí acrobático, y que aspira a ganar medalla en Beijing 2022.

A esquiar, con dos años

Los ojos de Stevenson se iluminan cuando habla de esquiar y cómo su deporte funciona como hilo conector a lo largo de toda su vida.

Nació en Portsmouth, en la costa este de los Estados Unidos, en el estado de New Hmpshire. Su madre es asistente de vuelo y su padre piloto. Ambos decidieron mudarse a Park City, Utah, cuando él tenía cuatro años. Se subió a los esquíes desde los dos años, y pronto se especializó en combinada nórdica. Park City había sido anteriormente sede olímpica en los Juegos de Salt Lake City 2002, y se reconvirtió en uno de los sitios oficiales de entrenamiento del Equipo de EE.UU. de deportes de invierno.

(2021 Getty Images)

“Pero siempre he amado saltar y no me gustaba mucho seguir las normas", dice mientras sonríe Stevenson, hablando de aquellos días. "Sencillamente pensé que la dinámica era repetitiva y no suficientemente creativa".

"Estaba metido en mi traje de carreras y pasaba el tiempo pensando en escabullirme para ir a saltar al parque".

Los saltos en el aire y las expresiones sin restricciones del esquí acrobático lo llamaban cada vez más. "Progresar y aprender nuevos trucos se convirtió en una adicción", expresa recordando su infancia, pasada aprendiendo en la mejor aula, Park City, con grandes rampas para trabajar en los trucos que le harían convertirse en uno de los mayores especialistas en slopestyle.

"No había reglas", añade al hablar del solpestyle y su pasión por él. "Era una oportunidad sin límites".

Perfección con estilo

“Para ganar una competición de slopestyle tienes que tener fluidez, creatividad, amplitud, pensar en grande, ya sabéis, básicamente la perfección", dice con una carcajada. "Por lo que, imagina todos los saltos que tienes que repetir y todo lo que tienes que entrenar para hacerlo técnicamente perfecto y con estilo".

Es muy difícil de lograr, pero Stevenson sobresalió muy temprano. Logró dos podios en el Nacional de Estados Unidos en 2014, primero en slopestyle y luego en halfpipe. Compitió por una plaza olímpica a la tierna edad de 16, cuando el deporte hizo su debut en Sochi. Y aunque no se clasificó, su futuro se vislumbraba brillante.

Todo ese brillo había llegado a lo que pareció el final cuando su coche voló por los aires, giró y aterrizó humeante en una cuneta remota de Idaho, en aquella noche horrible de mayo de 2016.

Pero cada pequeño paso hacia adelante fue una victoria en la recuperación de Stevenson.

"Aprendí a amar las pequeñas cosas. Una ducha de agua caliente era lo mejor de mi día, y jugar a las cartas con mi abuela. Estaba muy agradecido de hacerlo, era muy divertido y así no pensaba en nada más".

Las cosas pequeñas

Cuando fue capaz de volver a ver el mundo por primera vez desde su amada bici de montaña, no fue miedo lo que sintió Stevenson, sino profunda gratitud.

"Volver a la bici fue magnífico para mi salud mental", recuerda. "Simplemente ser capaz de salir y disfrutar del planeta. Aprendí a amar este tipo de cosas. Como por ejemplo, sencillamente, mirar una puesta de sol era como '¡Wow, estoy viviendo esto!'".

Cinco meses después del accidente estaba sobre unos esquíes. Los doctores, que habían hecho tan nefastos diagnósticos, estaban sorprendidos. Pero, aunque ahora parecía claro que podría a volver, Stevenson tenía un gran dolor de cuello porque sus vértebras estaban comprimidas por el accidente. También tenía vértigo casi constantemente, lo que, para un profesional del esquí acrobático puede significar el final.

“Simplemente pensé que nunca sería capaz de ponerme cabeza abajo de nuevo". Ese miedo permaneció hasta que fue a Nueva Zelanda donde se puso los esquíes por primera vez desde su accidente. “Cuando aterricé de aquel primer truco [uno de sus favoritos - un doble cork 1080 blunt] me dije: 'he vuelto'".

Stevenson recuerda su primera competición desde el accidente. Estaba en las Dolomitas, en el norte de Italia y los peculiares picos dentados le inspiraron. "Estaba en un lugar mágico y eso me ayudó", dice. "Recuerdo que antes de la final cerré los ojos y pensé en todos mis seres queridos. Y en toda la gente que había dejado huella en mí".

"Nunca pensé en nada mejor que estar en aquella competición", dice refiriéndose al evento en Seiseralm, que terminó siendo su primer oro en la Copa del mundo. "Fue una experiencia surrealista. Había aterrizado en a la perfección".

Cambio a mejor

Stevenson, continuó y ganó dos oros en los X Games de 2020 y, más recientemente, un evento del Dew Tour en Copper Mountain. Su gran examen están siendo los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022, donde ya ha llegado entrar en la final de big air. El miedo antes del accidente era que no volviera a ser el mismo. Ahora, con tanto llovido, siente que algo se ha movido dentro de él pero que le ha servido para evolucionar. Es él mismo, sí, pero diferente; más agradecido y más abierto a las posibilidades.

“Nunca he estado tan agradecido y tan lleno de amor. Creo que es amor por el deporte. Creo que ese es el secreto para mí: hacer lo que amo, más que tratar de ganar o hacer dinero para pagar mis viajes o tantas otras cosas que me estresaban antes del accidente".

"También ha aprendido a no empujar demasiado". Apretar demasiado sus propias tuercas es la razón que da el aún "peligrosamente competitivo" Stevenson para haberse quedado fuera de los Juegos Olímpicos de PyeongChang 2018. Quiso "ganar desesperadamente la primera clasificatoria" y se quedó fuera, de los Juegos y toda la temporada, con un manguito rotador desgarrado.

Esa lección, como tantas otras, la aprendió por las malas.

"Creo que esa es la razón por la que el accidente es una de las mejores cosas que me han pasado", dice con una media sonrisa en su cara, y con las cicatrices del accidente aún visibles en el rostro. "Tengo grandes perspectivas para la vida y, sí, tengo una gran cicatriz en mi frente y el cráneo golpeado, pero funciona, por lo que estoy bien".

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