«Give peace a chance»
… este fue el llamamiento que hice a los líderes políticos de todo el mundo en mi discurso de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022. En el de clausura, expresé mi esperanza de que dichos líderes se hubiesen sentido inspirados por el «ejemplo de solidaridad y paz» que fueron los deportistas. Solo cuatro días después, nuestra esperanza por Ucrania se desvaneció. Las horribles imágenes y noticias sobre la invasión de Ucrania por parte del Ejército ruso conmovieron al mundo. Nuestra consternación crecía día a día ante semejantes cotas de sufrimiento humano, ansiedad, desesperación y destrucción. Mientras tanto, millones de ucranianos, en su mayoría mujeres y niños, tuvieron que escapar hacia otros países para huir de los brutales actos de guerra. Llevamos a todas estas víctimas inocentes en nuestros corazones, en nuestros sentimientos, en nuestras emociones. La reacción de la comunidad internacional no tiene precedentes ante lo que se ha considerado un punto de inflexión en la historia universal. La Asamblea General de las Naciones Unidas condenó la agresión de la Federación de Rusia de la manera más categórica y con una mayoría excepcional. Solo tres países votaron, junto con Rusia y Bielorrusia, en contra de esta resolución. A esto le siguieron actos de solidaridad de millones de personas y sanciones de Gobiernos de todo el mundo.
Inmediatamente, el Movimiento Olímpico condenó con firmeza la violación de la Tregua Olímpica por parte del Gobierno ruso e instó a que se trasladaran a otra sede todas las competiciones deportivas previstas en Rusia y Bielorrusia. Asimismo, solicitó que no se mostrase ningún símbolo nacional de estos países en competiciones deportivas. Con ello, demostramos nuestra solidaridad con el pueblo ucraniano. Compartíamos las mismas emociones que todos aquellos que, como nosotros, clamaban por la paz. Al mismo tiempo, afrontábamos, como todos ellos, la cruda realidad.
Si bien estábamos afligidos, debíamos mantener la cabeza fría para proteger nuestros valores olímpicos que tan bien han resistido el paso del tiempo. La invasión habrá cambiado el mundo, pero no ha cambiado nuestros valores. La invasión ha reforzado nuestro compromiso con nuestros valores de paz, solidaridad y no discriminación en el deporte, sea cual sea el motivo. Lo que han cambiado son las maneras de proteger y promover dichos valores. Esta situación nos obliga – y nos brinda la oportunidad – de definir claramente los principios y valores que conforman el Movimiento Olímpico y que nos sirven de guía. Las repercusiones políticas de esta guerra y las sanciones que de ella se derivan nos enfrentan al complejísimo dilema de no poder aplicar plenamente dichos principios en todo momento.
El principio que nos guía es la paz. Nuestro fundador, Pierre de Coubertin, nos confió esta misión. Cuando restauró los Juegos Olímpicos y fundó el COI en 1894, con el apoyo incondicional del movimiento pacifista mundial del momento, afirmó: «Si la institución de los Juegos Olímpicos prospera, podrá convertirse en un importante factor para garantizar la paz universal».
Esto significa que el deporte, y en particular los Juegos Olímpicos, pueden ser un gran símbolo de paz y entendimiento. Pueden mostrarnos lo pacífico que podría ser el mundo si todos siguiésemos las mismas normas y nos respetásemos mutuamente. Toda la comunidad olímpica desearía que pudiésemos ser más que un símbolo y una fuente de inspiración, pero hemos tenido que aprender de nuevo la dura lección de que el deporte no puede crear la paz, de que las decisiones de guerra o paz son competencia exclusiva de la política. Para poder ser, al menos, un gran símbolo, un ejemplo inspirador —acaso utópico— de un mundo pacífico, para ser un polo que se oponga a la guerra de manera creíble, los deportes olímpicos necesitan la participación de todos los atletas que aceptan las reglas y, sobre todo, de aquellos cuyos países están enfrentados o en guerra en el «mundo real». Una competición entre atletas de naciones afines no es un símbolo de paz creíble, sino una competición deportiva como cualquier otra. Esta es nuestra labor: ofrecer un ejemplo opuesto a la guerra y la división. No podemos aceptar, perpetuar y ahondar las divisiones entre pueblos. En el Movimiento Olímpico, debemos mantenernos unidos y mostrar una solidaridad compartida a fin de lograr nuestra misión cohesionadora sean cuales sean las circunstancias.
Estos valores, estos principios y esta misión nos han guiado en el pasado y seguirán haciéndolo en el futuro, conscientes de los cambios históricos y sustanciales que la invasión rusa y sus consecuencias políticas sin precedentes han supuesto para el mundo.
Esto significa que seguiremos denunciando a las personas y organizaciones responsables de esta violación de la Tregua Olímpica. En consecuencia, no deben celebrarse competiciones deportivas o eventos en el territorio de la Federación de Rusia o de la República de Bielorrusia. Sus símbolos nacionales o estatales, sea cual sea su naturaleza, no deberán ser exhibidos en evento alguno organizado por el Movimiento Olímpico. No caeremos en la trampa del argumento falaz de aquellos que objetan que esto sería una politización del deporte, contraria a la neutralidad que exige la Carta Olímpica. Quien viola descaradamente la Tregua Olímpica con medios políticos y hasta militares no tiene derecho a afirmar que las consecuencias de ello están politizadas.
Esta clara denuncia de la responsabilidad del Gobierno ruso y de sus miembros también reconoce que ni el pueblo ruso ni sus atletas y organizaciones deportivas han iniciado esta guerra. No obstante, esta situación también nos plantea un dilema, ya que también estamos obligados a garantizar la integridad, igualdad y seguridad de nuestras competiciones. En estas circunstancias tan singulares, no podemos cumplir plenamente con esta responsabilidad; no podemos garantizar la integridad de la competición. La recomendación de la Comisión Ejecutiva del COI ha servido para aclarar la situación entre nuestros socios, evitar divisiones y contribuir a mantener su cohesión. Sin ella, nos habríamos visto en una situación en la que deportistas rusos y bielorrusos competirían por títulos, mientras que los ucranianos no podrían hacerlo debido a la guerra en su país. Sin ella, habríamos tenido que vivir la politización de las competiciones deportivas por parte de atletas o equipos, en algunos casos alentados por terceros. Tuvimos que tener en cuenta los riesgos a los que se exponían los atletas rusos y bielorrusos que participaban en competiciones internacionales debido a los profundos sentimientos antirrusos y antibielorrusos que siguieron a la invasión.
Por todo ello, instamos a todas las organizaciones deportivas del mundo a proteger la integridad, igualdad y seguridad de sus competiciones impidiendo la participación de deportistas rusos y bielorrusos o, en casos excepcionales, al menos prohibiendo toda identificación de su nacionalidad. Esta medida preventiva es compartida por las federaciones deportivas internacionales presididas por personas de nacionalidad rusa. En este contexto, vigilaremos de cerca la actitud de los atletas rusos o bielorrusos y de sus organizaciones deportivas en lo tocante a su compromiso con la paz, consagrado en la Carta Olímpica, sin olvidar la situación en Rusia, donde, según la legislación vigente, un pronunciamiento a favor de la paz puede ser objeto de penas de hasta 15 años de prisión.
Huelga decir que mantendremos nuestras exhaustivas consultas con todas las partes del Movimiento Olímpico. Me gustaría alentarles a no dudar en transmitir al COI cualquier pregunta o comentario que tengan.
Al mismo tiempo, reforzaremos nuestros esfuerzos de solidaridad con la comunidad olímpica ucraniana. Muchos de sus integrantes siguen en Ucrania en condiciones intolerables, y muchos otros han tenido que escapar del país. Estamos abrumados por las muestras de solidaridad de todo el Movimiento Olímpico. Para que nuestra ayuda sea lo más eficiente posible, no solo hemos creado un fondo de solidaridad, sino que hemos solicitado al miembro del COI Sergii Bubka, en calidad de presidente del CON de Ucrania, que lidere estos esfuerzos. Su grupo de trabajo ya ha logrado asistir a muchos de nuestros amigos olímpicos ucranianos a través de las 25 oficinas regionales del CON y otras instituciones del CON. Están en contacto con varios CON de países que ya han aceptado a más de 2 millones de refugiados y que están ofreciendo su ayuda en el mejor de los espíritus olímpicos. Este mismo espíritu nos impide olvidar a las otras comunidades olímpicas afectadas por la guerra, situaciones belicosas o actos de agresión, a las que seguimos ayudando, como a Ucrania, a través de sus CON
respectivos.
Lo singular de la guerra en Ucrania es la respuesta internacional que ha suscitado y el alcance de sus consecuencias para el mundo, que la convierten en un punto de inflexión histórico. Esto también presenta desafíos únicos para nuestro Movimiento Olímpico. Esperamos sinceramente que esta situación se resuelva cuanto antes y se restaure la paz. Nada de esto nos hace olvidar a las víctimas de las muchas otras guerras de nuestro frágil mundo. En solidaridad con todas ellas, les invito a unirse a mí en este llamamiento, en este alegato, en este ruego a todos los líderes políticos del mundo:
«Give peace a chance»
Lausanne, 11 de marzo de 2022
Thomas Bach